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-joven amigo -dijo Hynreck el héroe-, hemos comido y bebido juntos. ¿por qué quieres que te aborchorne? Te ruego que recojas tu palabra y te vayas.

-No -respondió Bastián-, lo que he dicho  lo mantengo.

Hynreck el héroe titubeó un momento. Luego propuso:

-No sería justo por mi parte medirme contigo en la lucha. Veamos primero cuál de los dos puede disparar una flecha a más altura.

—¡De acuerdo! —contesto Bastián.

Les trajeron a cada uno de ellos un arco fuerte y una flecha. Hynreck estiro la cuerda y disparo la saeta hacia el cielo, mas alto de lo que los ojos podían seguir. Casi al mismo tiempo, Bastián tenso su arco y disparó su flecha detrás.

Transcurrió un rato antes de que ambas flechas volvieran, cayendo al suelo entre los dos arqueros. Y entonces se vio que la flecha de Bastián, de plumas rojas, debía de haber alcanzado en el punto más alto a la de Hynreck el héroe, de plumas azules, y con tanta violencia que la había hendido por atrás

Hynreck miro las flechas encajadas una en otra. Se había puesto un poco pálido y únicamente en sus mejillas había dos manchas rojas .

—sólo puede ser casualidad —murmuró—. Veamos quien es mas diestro con la espada.

Pidió dos espadas y dos barajas. Se las trajeron. Barajó cuidadosamente las cartas.

Lanzó una baraja al aire, desenvainó con la rapidez del rayo su espada y se tiró a fondo. Cuando las otras cartas cayeron al suelo, se vio que Hynreck el héroe había atravesado el as de corazones, y precisamente por el centro del único corazón del naipe. Otra vez miró Hynreck el héroe a su alrededor buscando a su dama, mientras levantaba la espada con  la carta.

Bastián arrojo al aire la otra baraja e hizo silbar su espada. No cayó al suelo ninguna carta. Había atravesado las treinta y dos cartas de la baraja, exactamente por el centro y además por su orden... aunque Hynreck el héroe las había barajeado bien.

Hynreck el héroe miró lo que Bastián había hecho. No dijo nada; sólo sus labios tembraron ligeramente.

—pero en fuerza no me aventajas — exclamó por fin un poco roncamente.

Cogió el más pesado de todos los pesos que había en la plaza y lo levantó lentamente. Sin embargo, antes de que pudiera dejarlo  en el suelo, Bastián lo cogió a él, levantándolo en alto juntamente con el peso. Hynreck el héroe puso una cara de tal desconcierto que algunos espectadores no pudieron contener la risa.

—Hasta ahora —dijo Bastián— habéis determinado vos como medir nuestras fuerzas. ¿Estáis de acuerdo en que sea yo quien proponga algo ahora?

Hynreck el héroe asintió en silencio.

—Es una prueba de valor —continuó Bastián.

Hynreck el héroe hizo un esfuerzo por dominarse.

—¡No hay nada que pueda asustarme!

—entonces —contesto Bastián— propongo que compitamos atravesando a nado el lago de las lágrimas. Ganará quien llegue antes a la orilla.

En toda la plaza reinó un silencio sofocado.

Hynreck él héroe se puso alternativamente rojo y pálido.

—eso no es una prueba de valor —balbuceó—. Es un desatino.

—Yo —respondio Bastián— estoy dispuesto a hacerlo. ¡De manera que vamos!

Hynreck el héroe perdió entonces el dominio de si mismo.

—¡No! —gritó, dando una patada en el suelo—. Sabéis tan bien como yo que el agua de Murhu lo disuelve todo. Eso equivaldría a ir a  una muerte segura.

—yo no tengo miedo —repuso Bastián tranquilo—. He atravesado el desierto de colores y he comido y bebido del fuego de la muerte multicolor y me he bañado en él. No tengo miedo a esas aguas.

—¡Mentis! —rugió Hynreck el héroe, rojo de cólera—. Nadie en fantasía puede sobrevivir a la muerte multicolor. ¡eso lo saben hasta los niños!

—Héroe Hynreck —dijo Bastián lentamente, en lugar de acusarme de mentiroso haríais mejor en confesar que, sencillamente, tenéis miedo

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