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Ojos verdes apagados miran fijo a la pared, el timbre de teléfono suena una y otra vez. Y con un taza de chocolate caliente, humo sobresale y la esencia a cacao en la mesa lo calma.

Así fue hasta que un pitido estalla, el recipiente responde la llamada, seguido por un bajo gruñido - ¿...Ranpo-san?

Su voz suena extrañada, más por la hora. La manija escasamente pasa las siete de la mañana, pero bien sabe que no es hora mundana y este debería ir en camino al trabajo.

- Haré esto corto - dice - No las cagues. Él no tiene nada que ver.

- ¿Te refieres a Chuuya?

- Lo que digo es que ya es hora que dejen los dramas ustedes dos y se enfoquen en lo que es.

La línea queda en silencio por unos buenos segundos hasta que a lo lejos se escucha un bajo "Sí" antes de cortarse.

Con un suspiro entre labios, Ranpo deja el celular en la mesa y da giro en su silla antes de bajarse e ir a la oficina.

La imagen es tan idiota como tierna, excepto que a sus ojos se ve como un problema.

-Edgar - llama una vez, sin esperanza alguna que le escuche. El hombre está tendido en su escritorio dormido, su rostro estrellado contra un manuscrito el cual está empapado de su saliva.

Al acercarse, Ranpo ve la mancha y define que no puede haber sido hace más de dos horas desde que el sueño lo tumbó.

Retirando su cabellera de su rostro, Ranpo repite su nombre, cómo no obtiene respuesta o inmutación, levanta su cabeza y pasa los brazos ajenos sobre los propios.

- Edgar, vámonos - Pero es como hablarle a un cadáver, rígido no es, pero sí pesado. Con todas sus fuerzas, Ranpo soporta el cuerpo en un abrazo y torpemente lo saca de la oficina hasta la siguiente habitación.

- Tonto Poe...

(...)

El sonido del movimiento de las manijas del moderno reloj en la sala es lo único audible, hasta que pasos descalzos se le sincronizan en su tempo.

Con su columna encogida como cuchara, Dazai da frente a la pared sin expresión alguna. Cuando dedos suaves y pálidos recorren su espalda, esta inmobilidad perece.

Se ve como un muerto o por lo menos, alguien a punto de morir. Ahora, el caso es que él es quien le hace luto al muerto, solo que su alma está adherida a él y esto le contagia los síntomas.

No más secretos. A eso se había comprometido.

Sus mechones rojos se lo arrullan con la voz más tierna a pesar de estar enredados y desordenados. Pasa la mirada a sus ojos, y ¡gah! Mejor no hablar de ellos porque bien sabe que su azul está vinculado a él aún más fuerte que Oda a Dazai.

- Que bueno que bajaras - Saluda poniendo sus labios en una fina línea.

- ¿Cómo dormiste?

Chuuya emite un sonido de afirmación entre dientes, se acerca más a Dazai y este último envuele su nuca con sus manos y lo atrae para un corto beso, solo en caso tal que el mayor haya recientemene vomitado.

Este desde un inicio notó que algo sucede, sólo que lo ha postergado para que Dazai lo diga por iniciativa propia.

-Mira, quiero contarte algo -Le extiende otra silla alta en la cual le pide ubicarse.

Chuuya levanta sus cejas y junta sus brazos indicándole hablar y le cuesta tan solo un suspiro para hacerlo.

- Sin rodeos, hoy se cumplen cinco años desde la muerte de Oda, así que iré a verle, lo más probable es que haga alguna estupidez por la embriaguez.

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora