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El aspecto del lugar encaja perfecto con la energía que este emana; el aroma a lavanda, los sillónes acolchados y demás comodidades hacen que Ranpo desee quedarse a mercar aquí por la eternidad.

Está sentado en un sillón azulado con por lo menos cincuenta trajes para bebé en su regazo. Poe no escucha a Ranpo en absoluto, solo arroja uno detrás de otro.
Aquel zumbido proveniente de su bolsillo lo hace enderezarse. Cuando Poe se acerca a dejarle otra prenda, este lo detiene - Querido, te llama tu jefe.

En el semblante de este se ve la caída de sus ánimos. En efecto, sus labios se enroscan cuando recibe el aparato.

Ranpo ya lo sabe, Poe sabe que lo sabe, ha de ser eso lo que conjunta una tensión punzante. Entre su molestia, Ranpo empieza a separar la ropa por la que le gusta y la que no.

- ¿Señor Fitzgerald?

La voz no espera ni un solo instante antes de volverse un eco de emoción.

-Veo que estás mejor que antes, excelente porque enfermo o no, te necesito en California para el 25.

Allan se exhala y gira hacia Ranpo, quien le roza una pequeña mirada conocedora.

-¿En California? ¿Por cuánto tiempo? Señor verá yo...

La mirada de Ranpo sobre sí le da a entender que lo supo desde un principio, ahora conecta los puntos y todo tiene más sentido.

El menor descarta los artículos sobre él y se levanta del sofá, sus piernas adormiladas por tanto tiempos sentado crujen y por poco cae sobre Poe.

La voz de Fitzgerald continúa detallando, ningún momento abría la posibilidad de negarse. Más bien, es como si le estuviera dando una órden.

Ranpo lo abraza y sube el rostro para decir solo moviendo los labios una oración.

— Todo va a estar bien, podemos manejarlo.

(...)

Junio avanza y no espera a nadie. Cosas crecen, otras se demacran. La brisa cálida de verano restriega gotas de sudor por los cuerpos y en la noche los arulla con vientos traídos por lluvias.

Esta mañana, Chuuya despierta con resaca que si se tratara de otro día se quedaría allí tirado hasta que el sol volviera a ocultarse, pero tiene un esposo suicida cumpliendo años, en su lista de prioridades está que no se mate hoy.

Por lo tanto, se estira sobre sus pies y camina hasta la habitación del lado, donde encuentra al bulto entre cobijas roncar por lo bajo.

Dormido, Dazai se ve normal para su definición. Su aspecto es tranquilo y pasivo, no duda que si aconteciera un terremoto, él no se percataría del suceso.

Así es él.

Chuuya se agacha junto al futón y pasa sus yemas por su rostro para acariciarle con delicadeza por un par de segundos.

Dazai no reacciona en lo más mínimo. Tuvo el mayor que tirar de las sábanas que lo rodeaban para así quizás alterar su sueño. Aún nada, se ganó el fruncido entre las cejas de Chuuya. Por medio de su impaciencia, este se desenvuelve alrededor de este y estampa sus labios contra los de Dazai, estos albergan entre ellos su respiración estable y relajada.

Excepto que el último gesto la corrompe. A partir de esto, Dazai se inmuta y torpemente rondea en el futón, la conscienca regresa a su cuerpo y de la misma forma lo hacen los labios de Chuuya contra los ajenos.

- Dazai, Buenos días - saluda con una fina sonrisa - Ya despierta.

El hombre sale de las sábanas con una expresión no muy plácida, Chuuya tira de sus brazos para hacerlo levantarse, lo hace bajar por las escaleras a pesar de estar sólo en interiores. Cuando Chuuya lo ubica en una de las sillas altas de la cocina, el menor se le queda viendo adormilado.

El ejecutivo se sitúa al lado y con determinación tal cual fuese un mártir, agarra su par de pómulos y le sonríe con consuelo.

- Mírame - lo llama, se podría decir que él acata, pero parece dolerle.

- Dazai, feliz cumpleaños.

No es complejo identificar la razón por la que esas palabras le azotan fuerte a un suicida; alguien que se ve tan solo, perdido. Lo último que estos quieren es vivir otro día más, mucho menos otro año.

Chuuya ha tenido esta experiencia varias veces; 19 de junio, Dazai se despierta reclamando como todos sus intentos de quitarse la vida del año han fallado e intenta hacer uno definitivo, Chuuya lo rescata y Dazai le grata con un <<Esperaba no volver a verte a los ojos nunca más>>.

No es por nada, Nakahara tiene intriga por saber cómo irá este año. No lo cree tan insensible como para...

- No me gusta como suena eso...

Chuuya asiente, internamente agradecido de no haber recibido algo tan egoísta como las veces previas.

- No esperaba que te alegraras de aún estar vivo. - responde fijando sus codos en el mesón - Aún así, debía decirtelo.

- No - replica sin espacio - No hablo de eso.

Oh, sí que le sorprende.

Chuuya enarca una ceja y gira la silla dando frente a Dazai, él porta su aspecto pobre y ciertamente enfermizo.

- Me refiero a...¿Alguna vez me volverás a llamar por mi nombre de pila?

Chuuya pestañea e irgue su espalda que de costado se apoya al mesón - ¿Ah?

- Bueno... Nos casamos y sí sé que no modificamos apellidos, pero... No sé ¿Sabes qué? Olvídalo.

Chuuya espabila lentamente, el otro fue testigo de como inconscientemente su boca se extendió a una sonrisa animada. Seguido, se lanza sobre Dazai, incluso causando que la silla tambalee. Sus labios juntos, Chuuya se encarga de desordenar su cabello más de lo que ya estaba y el cumpleañero de recibirlo como un regalo.

El mayor sí los separa para respirar, retira un poco de saliva restante del labio de Dazai y asiente.

Como un susurro, pero para el contrario se siente como un grito por lo profundo que le llegó, Chuuya lo toma de las mejillas y reitera.

- Osamu, feliz cumpleaños.


Realmente no sé como cortar estos capítulos, quedan o muy cortos o muy largos, joder.

Gracias por leer, espero les haya gustado, no se olviden de votar, comentar y estar para la próxima.

¡Les veo!

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora