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Todo empezó con la irrelevante(pensaba él) ausencia del pañuelo que usa en el cuello. Karl había derramado café sobre él aquella mañana y no tuvo más remedio que tirarlo a la basura.

Cuando entra a la agencia, nadie sintió su presencia más de lo necesario, Ranpo fue hacia él y salieron de allí lado a lado.

Lo extraño del día empezó allí, en la mirada de Ranpo, la cual viajaba a su cuello constantemente, por no decir todo el tiempo.

Lo más raro de todo fue que a pesar de no haberle prestado atención alguna al manuscrito que trajo para él, este le pidió que fueran a su casa a leer un par más.

La propuesta era tan tentadora como peligrosa.

Poe comprendió de la cultura japonesa que el recibir a alguien en tu casa es un símbolo de confianza y familiaridad.

¡Justo lo que busca con su preciado rival!

Sin embargo, así como añoraba aquella intimidad, el ya había sobrepasado un límite en sus sentires.

El decir que tenía su atracción romántica y sexual hacia su rival contenida en su biblioteca era una subestimación.

Ranpo deseaba entrar a su biblioteca buscando misterio y terror.

Pero, por el contrario, encontraría prácticamente una guarida de poesía romántica y erótica en cantidades preocupantes. Los libros de terror hace unos meses empezaron a ser la minoría.

Aquello tras el suceso en el que se percató de su afinidad hacia Ranpo y resultó reprimiendo esta por el bien de un amor no correspondido.

Por su rival, no cometería errores. Sin embargo, cometió el primero al entrar a su propia casa con él, Karl saltó de su hombro y los dejó solos. Aún así, Ranpo se quedó detrás en la entradilla, Poe ingenuo de ello.

- ¿Ranpo-kun?¿Para dónde cogiste?

Ranpo lo alcanzó en la sala de estar, donde le miró de pies a cabeza con horror.

- ¿R-Ranpo-kun?

Este solo apuntó a sus zapatos, en su rostro, portaba una expresión de disgusto -¿Es que no te quitas los zapatos al entrar a casa?

Esa vez conoció la firmeza en Ranpo al comandarle en su propia casa por algo que en aquel entonces le parecía insignificante.

Así pensaba de tantas cosas, mientras que a lo que realmente no debía prestarle atención, lo tomaba como mandato.

Ahora nota cuánto le hizo cambiar él. Sus terquedades, otras veces sus momentos serios, sus comentarios irónicos... Todos tuvieron efecto en él.

Sin embargo, no fue eso lo que detonó su romance.

Fueron los libros a los que tanto les temía. Bastó con que entraran a su oficina, allí Poe temblaba de miedo. Incluso sugirió comer unos dulces extranjeros que compró solo para él, pero este le hizo caso omiso.

Ranpo portaba una sonrisa de oreja a oreja. Esta decayó una vez atravesó el marco de la puerta.

Ranpo subió la mirada hacia Poe, luego bajó a su cuello desnudo. Se podría decir que tragó en seco, pero en realidad su cuerpo estaba húmedo.

Desde que Poe cruzó la entrada de la agencia, grita internamente. Bien habían cosas del escritor que causaban revuelo en su estómago. Pero su pálida tez frente suyo, sin restricción alguna... Sí, aquello hacía que cosas revolotearan, pero más abajo de su estómago.

- Poe-kun.

- Dime, Ranpo-kun - Responde casi instintivo el más alto.

El pelinegro saca su índice y apunta a una fina libreta en la parte baja de la biblioteca.

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora