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Mientras que Fukuzawa se quedó en la cafetería del areopuerto, Ranpo acompañó a Poe hasta donde pudiese acceder.


Justo antes de las máquinas de escaneo, se detuvieron. Firmes en su agarre de manos, quedan viéndose a los ojos por unos instantes.

— Aún puedo comprar un boleto.

— No, Ranpo — Allan suspira y le besa en la frente lo más discreto posible — Estaré muy ocupado allá y no tendrías quien te eche un ojo. Además, aún estás algo débil por lo de aquel día.

— ¡Pero-! — Ranpo estrelló su rostro en el pecho ajeno, ya antes lo había aceptado, pero ahora que está a punto de acontecer, está teniendo dudas.

— Te amo ¿Sí? — Poe suelta su maleta y rondea sus brazos por el cuerpo ajeno, se acerca a su oído — A los dos.

Ranpo se separa, pero mantiene el agarre de sus manos. Este muerde su labio inferior y le mira de pies a cabeza.

— Te extrañaré.

— Llamaré siempre que pueda — Se volvieron a juntar y juntaron sus labios, no sin antes sostenerse uno al otro.

Ranpo le gestó un adiós a él y a Karl, quien iba en su jaula debido a las respectivas políticas mientras que  entraban a la fila para los escáneres.

¿Dos semanas?

Mucho tiempo para ser ellos.

Cuando regresó con Fukuzawa, tenía la cara empapada y los ojos rojos. El hombre se levantó y acarició su cabeza.

— Acaba de llamar Yosano, me pidió que te dijera que mires el lado positivo, tienes dos semanas de soltería.

Ranpo levantó el rostro para verle con dagas en los ojos. El presidente cubrió su rostro al parecerle este gesto muy cómico.

— Vamos, antes vi un puesto de helado con sabores de todo el mundo, te va a gustar.

Después de un par de lágrimas más y una parada a la heladería, Fukuzawa y Ranpo dejaron el aeropuerto de Tokyo y regresaron a Yokohama.

(...)

La estancia de Ranpo en la casa del presidente revive recuerdos y encendió cierta nostalgia en ambos. Hacía poco es un año desde que Ranpo dejó de vivir con él, pero se sentía como mucho más.

Al menor le hacía cuestionar si esto sucedía porque las cosas habían cambiado tanto en muy poco tiempo. Sin embargo, al encontrar su antigua habitación tal como la recuerda haber dejado, prolija y atendida, le dio a entender que Fukuzawa la atesoraba esperando una ocasión como esta.

Iba a tirarse a la cama cuando sintió golpes en la puerta — ¡Ranpo, ven que haremos la cena!

Su expresión se trastornó y su cabeza giró de una manera tétrica. Si algo, quería comer, pero estaba agotado para cocinar, ni siquiera sabe hacerlo. Antes de que se prolongara el silencio, la voz llamó de nuevo.

— ¡Ranpo, sé que estás despierto!

Esa y las siguientes noches tuvo que preparar la cena asumiendo lo mal que le quedara.

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora