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Después de un rato en el que cada uno comió de la ofrenda, se pudieron escuchar pequeños ruidos desde donde se ubica Ango, el que este da la espalda, dio indício que es momento de dejarle solo.

Ranpo y Dazai se levantan de la grama y el último ayuda a Chuuya a hacer lo mismo. El detective tomó la bolsa con sus cosas y se motivó a irse con una expresión nostálgica.

La lluvia se escurre por los jardínes, flores blancas se empapan y se mergen con la tierra, tanto así que sus pétalos se embarran del color.

Esa imagen cegó a Ranpo por un par de segundos, los suficientes para hacerlo resbalar y por poco estrellar su espalda contra el escalón, lo evitó Dazai al tirar de su brazo. Chuuya emitió un ruido sorprendido.

—¿Mal momento para distraerse, no crees?

Ranpo acomoda su sombrero y hace reverencia como agradecimiento, antes de poder seguir, Dazai le tiende una mano para seguir el camino de bajada, fue Chuuya en su izquierda y Ranpo en la derecha.

Las gotas sobrepasan la ropa, cuerpos tiemblan y animales buscan refugio, a lo que el mayor saca de sus cosas una sombrilla color verde.

—Sabes, Dazai, cuando intenté detenerlo aquella vez, se negó a usar el sentido de la razón. Quería morir con los que amaba, pude ver.

El castaño pestañea con ojos rojizos que llevan buen tiempo conteniéndose.

— De hecho, yo usaba esta sombrilla esa vez.

Dazai mantuvo silencio por unos largos instantes en los que atravesaban la tempestad — Parece que llueve.

Y en efecto, llovía. Los tres bajaron la colina en la que se ubicaba la alejada tumba bajo el árbol. Ranpo les acompañó hasta la entrada del cementerio.

—¿No vas a tu auto, Ranpo?— Pregunta Chuuya viendo como este se les separa. Él niega con la cabeza.

Ninguno sabía a qué se debía lo sombrío de su mirar, mucho menos su constante distracción. Era necesario más que una vaga respuesta.

— Aún no, tengo pendiente una visita aquí mismo.

(...)

Las gotas chocan contra el suelo, son saladas y arden como si se tratara de cítrico. Agrio se siente, además de solitario, no logra creer que ya son cinco desde que partió él.

Dazai le dictó frase por frase sus últimas palabras. Entre ellas, como Dazai había sido su único amigo.

Y Oda decía toda la verdad.

Él no era su amigo.

Un amigo no habría de tomarle en brazos para ofrecer suaves toques, tomar del mismo vaso o amanecer con él bajo la misma manta.

Hoy se arrepiente de no haber podido cumplir todos sus sueños junto a él.
Por eso llora Ango.

(...)

— ¡Odasaku, no pongas esa cara! — Chilla un Dazai con brazos abiertos, las mangas de su bata sacudiéndose — Cuando arrugas tu nariz así te haces un mal, si sigues así, para cuando tengas treinta te verás como un anciano brabucón ¿O no, Ango-san?

Este entra a la habitación con toallas en mano, su semblante no difiere del de Oda — Nadie estará feliz después de tener que conducir hasta Kamakura a rescatar a un mocoso que se intenta suicidar en la playa.

El hombre no hace más que extender sus piernas e ir lejos del tatami, pasó por el costado de Ango para sostenerle el hombro — Tenle paciencia, aún está bajo los efectos de la droga...

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora