Extra #6

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Motores rugen, la brisa hace revolar su cabello, extenso y dorado bajo la resplandor del fumeante sol. El crespúsculo llega a su pico y por las calles de la ciudad queda el rastro de las llantas moviéndose sobre el asfalto.

Ella sonríe porque se siente viva. Su corazón late a millón y vuela como si tuviera alas, tal como lo hace ella sobre la motocicleta. Suelta las agarraderas, sabe que no se caerá. Ella brilla en rojo y recuesta su espalda en el cojín. Sobre ruedas es la reina. Su espíritu persigue el fin del horizonte.

Sobre la parrilla de la moto se extiende su cabello tirado para atrás, sus piernas las recarga donde deberían estar sus manos. No le preocupa nada, sabe que ella está al control, un alma libre y sin señal de "Pare".

Es nirvana, o almenos se siente así a su edad. Es jóven y no tiene nada que perder.

Sí, se siente viva.

No escucha los alrededores, en vez se baña en el sol del atardecer con su brillo en su rostro. Es una extraña lucidez la que adoba su cuerpo y se merge en sus poros con divina perfección.

Hace que chillidos felices lleguen a sus oídos, vienen de su boca. Ella brilla, la moto brilla y los faros de las calles actúan de espejos. La luz se engrandece y el sonido crece.

Es ahí que esta sube la mirada y ve una luz potente viniendo desde la dirección opuesta.

Se da cuenta, perfectamente, si no actúa, su tiempo habría de llegar a un final. Su pelo se caería a una áspera mata opaca, la motocicleta sería un ruin de metales y su cuerpo una masa aplastada sobre el mismo camino de la calle.

Satoko se levanta y se sienta de la manera correcta, cubierta en rojo eleva la motocicleta formando una punta, el auto sigue su curso y ella le evade con precisión. Las llantas giran en el aire y con un rebote, cae.

Cuando corre es bañada en vida. La sumerge en una sensación extraña, fuera de este mundo, como si se tratara de una droga que la vuelve completamente loca-

-¡Esa niña me volverá loco, lo juro!

Chuuya menea la copa de vino que sostiene y tira su cabeza para atrás y bufa - Cariño, por favor, no grites tanto...

Dazai tiene congelado su brazo apuntando a su derecha. A este lo baja duramente.

- Chuuya... - Pestañea fuerte -¿¡Nuestra hija está desaparecida quien sabe donde y tú estás tomando vino!?

Toma el último (pero eso no lo hace menos bueno) sorbo y asiente, tal cual como un orgulloso lo haría. Se encoge de hombros - A diferencia de Satoko, el vino no se escapa de mí. Además, Osamu, las dos fueron entrenadas particularmente por mí. Tú, más que nadie, deberías saber que se saben cuidar solitas.

-¡De todas formas tiene trece, trece, Chuuya! - Dazai vuelve a elevar su brazo para apuntar su índice acusatoriamente hacia Chuuya - ¡No voy a aceptarlo! No aceptaré que se escabullan delante de nuestras nari- ¿¡Sonoko?! ¡Sonoko! ¿¡Hija?!

Dazai apunta a subir las escaleras, llamando a la mayor de sus hijas como un loco.

- ¿Sonoko? ¿Princesa, estás allí, cierto..? ¿No me has dejado como tu hermana?

Sin embargo, al otro lado de la puerta, acontecía una historia muy distinta. Pieles se rozan, ojos se presionan, labios contienen chillidos.

Vuelta una bola dentro de mantas, Sonoko se pregunta por milésima vez si vale la pena salir de su refugio. Si lo hace verá su cuerpo, pobre y demacrado, sus manos serían las mismas pequeñas pasas que se niegan a brotar bastedad, su figura sería como ayer, como siempre.

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora