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La chica de la tienda tuvo una interacción peculiar con esta pareja que vino a ella por ayuda.

Primero, ambos de ellos son bárbaramente atractivos y su dinámica hace que cualquiera se ría junto a ellos. En especial puesto que vienen con una silla eléctrica de las que se usan para discapacitados.

También llama la atención que sean los dos muy jóvenes, pero aún así compran pilas y pilas de cosas sin siquiera fijarse en precios. Además,  ninguno menciona a algún pariente o algo por el estilo.

Y encima esperan gemelas. Jóvenes primerizos, ricos y desvergonzados, es una combinación cómica.

Así, ella les explicó con detalle como difiere todo por el hecho de ser dos bebés.

Primero, pueden escoger entre una cuna gemelar o dos independientes, lo cual no tiene diferencia alguna, sino depende de la preferencia personal. Luego el coche, el cual pueden llevar uno con dos asientos situados juntos, otro en el que un bebé va arriba y otro abajo u otro en el que va un bebé delante y otro atrás.

Al final, Chuuya tuvo la última palabra en todo menos en la cuna, cosa que lo dejó a decisión de Dazai.

Eligieron  el coche que lleva los dos asientos lado a lado y la cargadera en la que estuvieran los dos bebés en su pecho.

Y así, llegaron a la caja con dos carros que obvio los llevaba Dazai, más la canasta de la silla de Chuuya llenos hasta el tope.

Ambos quedaron fatigados, sí, harto. Pero el sentimiento de alivio y responsabilidad era más grande.

Antes de finalizar, la chica que les asesoró se les acerca con entusiasmo.

— Se me había olvidado recomendarles un servicio de nosotros.

Chuuya baja su tarjeta de crédito y levanta las cejas indicando que tiene su atención. Dazai recuperaba el aire aún, pero aún así reconoció a la chica.

— ¿Eso es? — Dice en últimas.

— Ah — Saca un folleto — Como son varios bebés, es mejor separar sus cositas. Nosotros podemos grabar sus nombres en las cunas y demás mueblería.

Por más que ella lo dijera de buena manera y antes de esto el par le había dicho que sí a todo lo que se les ofreció, ambos quedaron quietos. Así, hasta que cruzan miradas helados.

— ¿Señores...?

Chuuya aclara su garganta y rompe el incómodo silencio agradeciendo, pero rechazando la oferta. Luego, procede con la compra con normalidad mientras detrás suyo gritaba internamente un castaño vendado.

El personal se llevó los paquetes grandes, los llevarían y ensamblarían en un par de días. Las mínimo treinta bolsas que sí estaban (falacias, solo Dazai) designados a cargar hasta el auto, estaban junto a ellos en ese preciso momento en el que se sientan en silencio.

Solo que aquello se perturba cuando palabras dejan los labios del menor.

— ¡¿Cómo pudimos olvidar algo tan importante como eso?!— Exclama Dazai con sus palmas sobre su cabeza, ahora Chuuya suspira y cruza sus brazos.

— Habla por ti mismo, hace meses insistía en definir uno.

— ¿Y por qué después de ello no volviste a sacar el tema? — Reclama.

— Pues...— Este rueda los ojos como si fuera obvio y Dazai tuerce la boca —la última vez que toqué ese tema te fugaste.

Y así, se terminan los intercambios de palabras, Dazai observa a Chuuya con un poco de lamento y también con arrepentimiento. Sí suspira, su imagen ahora algo sombría lo ataca a él con otro hecho por asemejar. Durante todo este tiempo, el pelirrojo se había aferrado a su brazo firmemente. Es el tacto de alguien desesperado, con determinación.

♡𝚅𝚎𝚛 𝚝𝚞 𝚂𝚘𝚗𝚛𝚒𝚜𝚊♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora