Al día siguiente el silencio en aquella habitación era tenebroso.
Vanesa no había dormido en toda la noche y yo de estar preocupada por ella tampoco dormí. Se veía tensa, inquieta, y eso me ponía enferma. Sabía que ni mis besos, ni mis mimos, la harían cambiar su semblante, por eso, rogaba a Dios que esta pesadilla acabara pronto.
-Estas lista?
-Es una pregunta estúpida teniendo en cuenta que voy para el funeral del hombre que me ayudó a venir al mundo pero que me odiaba y me despreciaba, así que no Michelle, no estoy lista.Habló sarcástica y levante una ceja.
-No tienes que hablarme de esa manera Vanesa, solo preguntaba.
-Lo siento, aquí la estúpida soy yo. -Bajo su cabeza y apretó los puños. -No quise responder así, solo que... Tu entiendes.
-estoy aquí para ayudarte.
-Lo sé y lo siento, no puedo controlarme.
-Lo harás bien amor, solo recuerda que voy a estar a tu lado en todo momento, no voy a dejarte sola.Ella me abrazo y escondió su cara en mi cuello.
-Te necesito.
Habló a punto de romperse y enrede mis manos en su cabello.
-Estaré ahí contigo, no iré a ningún lado.
--------------¿Que si tenía miedo? Claro que tenía miedo, temía por Vanesa, temía por su reacción apenas se encontrará con su madre biológica. Ella no lo decía, pero era tanto el odio y el desprecio que sentía por esa mujer que era difícil de creer. Yo más que nadie quería que dejara ese odio y ese rencor hacia ella y que tuviera limpio su corazón para empezar una nueva etapa, no quería que ella siguiera con secuelas de un pasado horrible, no cuando tenía mucho amor que dar a dos hermosos niños.
-Llegamos.
Mike habló suavemente interrumpiendo los pensamientos de Vanesa. Ella miro hacia afuera y trago saliva. Suspiró y abrió la puerta del auto con manos temblorosas.
Llevaba una falda negra de tubo pegada a sus piernas, una camisa blanca y encima un bonito y elegante abrigo que cubría hasta un poco más abajo de sus rodillas, acompañado de unos tacones negros. Su cabello estaba suelto y era ondeado por el viento que pasaba. Por mi lado, había escogido un vestido negro que llevaba hasta mis rodillas, era ajustado, pero nada exagerado, acompañado de unos tacones no tan altos y un abrigo similar al de Vanesa, mi cabello estaba suelto con algunas ondas y una leve capa de maquillaje, simple pero adecuado para la ocasión creo yo.
Su mano busco la mía y la encontró dando un apretón. Acomodo su cabello a un lado y me miro a través de sus lentes oscuros.
-Pase lo que pase, no te alejes de mí.
Aún a través de sus gafas pude sentir su mirada intensa, asentí y ella acarició mi mejilla con suma delicadeza y cerré los ojos corriendo la cara para dejar un beso en la palma de su mano. Sonrió un poco y miro al frente para empezar a caminar.
Vanesa
Con cada paso que daba se me hacía más difícil respirar, sentía mis pies pesados y mi espalda se sentía como si llevara docenas de rocas cargadas allí. Tuve que guardar mi otra mano en el bolsillo del abrigo ya que había empezado a temblar como gelatina.Mientras nos acercábamos pude notar de lejos la presencia de una multitud de personas, noté a mis escoltas discretamente hablando por sus micrófonos y caminaban tratando de pasar desapercibidos. Mike venía pisando mis talones literalmente y llegamos cada vez más cerca de la gente.
-Todo va a estar bien Bob, ya verás.
Escuché a Mike murmurar y noté la sinceridad en su voz, lejos de molestarme escuchar el apodo de nuevo, me sentí un poco más tranquila al escuchar su voz y me permití creer en sus palabras.
La primera en notar nuestra presencia fue Amanda quien sonrió débilmente y limpio algunas lágrimas, llamó la atención de Sandra y esta levanto la cabeza de golpe mirándome. A su lado, Robert siguió su línea de visión y sus ojos encontraron los míos, frunció el ceño y pude leer su expresión.
Incredulidad, miedo, dolor, pero también vi en lo profundo, alegría al verme ahí, tranquilidad y, sobre todo, agradecimiento.
Lo mire unos segundos y aparte la mirada. Baje la cabeza no queriendo buscar a la persona que sabía perfectamente estaba ahí en algún lugar rodeada por la multitud.
Medio escuche las palabras del sacerdote y seguí sin levantar la mirada, en este momento la fina hierva de pasto era más interesante que cualquier otra cosa.
De repente se empezaron a escuchar fuertes sollozos que luego le dieron campo a fuertes y desgarradores llantos.
O el tipo era un ángel para ellos o había mucha hipocresía presente.
Michelle apretó mi mano y saque valor de no sé dónde para levantar la mirada.
Amanda lloraba sin consuelo alguno y era abrazada por sus hijos, Robert abrazaba a alguien, pero no sabía quién era ya que estaba de espaldas, pero era una mujer, baja, delgada y bien vestida. Todos lloraban, algunos más fuerte que otros, pero lloraban. Vi que el cajón era metido en un hueco y la tierra empezaba a cubrirlo. Algunos empezaron a arrojar flores hasta que finalmente el cajón fue sepultado y tapado completamente.
-Descanse... Señor.
Murmuré simplemente y levanté la cabeza apretando los dientes.
No tenía sentido que tomara una flor y la dejara sobre su lápida, seria hipócrita de mi parte. Nunca le regale una flor cuando estaba vivo, ¿qué sentido tenia regalarle una cuando ya estaba muerto? Era simplemente absurdo.
Pasaron algunos minutos y vi que la gente empezaba a salir. El cielo nublado nos advertía sobre una tormenta más adelante, el viento sacudía mi abrigo y congelaba mis huesos, Michelle sintió lo mismo y se abrazó a mi cintura, abrí mi abrigo y la abracé con él, quedando las dos atrapadas. Recostó su cabeza en mi pecho y deje un beso en su cabeza.
Tenía un sentimiento ácido dentro de mí, mi padre ya estaba bajo tierra, pero algo aún rondaba en mí y me quitaba la tranquilidad.
Michelle se separó con cuidado y apuntó los botones de mi abrigo.
-Cómo te sientes?
-Siento un presión extraña en mi pecho y no consigo respirar bien.Me miró preocupada y dio un masaje suave justo encima de mi corazón.
-Trata de respirar amor. Inhala y exhala. Eso es, hazlo de nuevo.
Hice lo que me pidió y cerré los ojos. Algo en mi cabeza me decía que había algo mal, algo pasaba y el sentimiento extraño no desaparecía, fue cuando voltee mi cabeza y entonces la vi.... A ella.
Mi corazón fue consciente de ello y latió un poco más de prisa, mi pecho se hizo pequeño y apretó mis pulmones haciendo que se me dificultará respirar.
Me intente ahogar con mi propia respiración y mis manos temblaban. No puede ser... No. De lejos vi como los escoltas caminaron rápido en mi dirección y Michelle a mi lado ahogo un jadeo de sorpresa y preocupación.
Yo no pensaba en nada. No podía pensar en nada, mi mente quedo en blanco y mi habla desapareció. Mis oídos no recibían ningún sonido, simplemente estaba ahí parada como sin vida. Mientras veía como la mujer que me dio la vida y a la vez me la destruyó se acercaba a mí con pasos largos, emocionados y casi desesperados.
Me fije en cada detalle de su rostro, recordando el pasado, cuando sus ojos no transmitían más que odio y desprecio, ahora se veían, diferentes, arrepentidos, dolidos. Unas cuantas arrugas y su rostro acabado por los años, su cuerpo se veía frágil y cansado, ahora ella estaba pequeña delante de mí, ahora era yo quien tenía el poder y la grandeza, ahora estaba en mis manos el destruirla o perdonarla.
Sus pasos vacilantes y rápidos se vieron interrumpidos cuando un muro de seis de mis escoltas se paró frente a mí de manera protectora. Ella se detuvo y entonces me miro y todo mi mundo colapsó a causa de esa mirada.
-Mi hija... Mi hija está viva.
Volví a la consciencia cuando la escuché murmurar emocionada y me solté de la mano de Michelle abriéndome paso entre los escoltas. Era hora de acabar con esto, era hora de cerrar esta página de mi vida, era ahora o nunca.
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Quédate
General FictionVanesa Ferrer es una prestigiosa y exitosa empresaria. Esta rodeada de lujos, poder y sensualidad, pero como toda persona, guarda secretos y un pasado oscuro y desgarrador, lo que la ha llevado a convertirse en una mujer fría y sin sentimientos... O...