Capítulo 10

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"Se divorció. Sí, bien, no me importa. Es muy su problema." Se decía queriéndose convencer que la noticia no le había afectado.

Se estacionó frente al restaurante de comida china que quedaba a tan solo unas cuadras de la estación. Aunque no tenía muchas ganas de cenar compraría algo e iría a casa a comer.

—¡Estúpido! Debiste hacerlo hace mucho —gritó y golpeó el volante del auto.

No pudo evitar que se le escaparan un par de lágrimas. Tenía tanta rabia por cómo habían pasado las cosas. Todo fue tan injusto hace tantos años para ella. Se bajó del auto después de tomar aire y limpiar sus lágrimas. Ingresó al restaurante y se puso a hacer la fila para pedir en caja.

—¿El pedido para servir o para llevar? —le preguntó una joven que estaba en caja.

—Para lle...

—Para servir —se adelantó alguien, una voz que conocía.

—¡Dios! Elliot, no hagas eso nunca más. Que susto me diste.

—Lo siento —sonrió.

—¿Entonces? —preguntó la cajera haciendo que dejaran de mirarse.

—Para servir y añádale otra orden de lo mismo. Por favor —contestó y Olivia solo se quedó mirándolo. Estaba bloqueada y no podía negarse, era como si se hubiera quedado muda de un momento a otro—. Gracias —añadió pagando la cuenta.

—¿Qué demonios fue todo esto? No voy a cenar contigo —aseguró con cara de confusión todavía.

—Si que lo harás. Ya cancelé la cena y sería de muy mala educación no aceptar —respiró profundo rogando que ella no saliera corriendo del restaurante como lo había hecho minutos antes de la estación—. Ahí hay una mesa vacía. Vamos —la agarró de la mano y la guió hasta ahí.

Los dos estuvieron en profundo y completo silencio. Elliot no quería hablar para que ella no saliera corriendo y Olivia por su parte no hablaba porque cientos de imágenes de ambos cenando juntos se le cruzaron por su cabeza, no estaba preparada para una cena, no todavía.

Llegó uno de los meseros con su orden y él sonrió al ver lo que ella había ordenado. "Las cosas a veces no cambian" pensó. No dejaba de mirarla y esa mirada sobre ella la quemaba, sentía que penetraba en lo más profundo de su alma.

—Creí que tenías hambre —se atrevió a comentar él.

—Se me acaba de quitar el hambre —cerró los ojos y se tomó su tiempo para decir lo que quería decir—. ¿Me seguiste hasta aquí acaso?

—¡No! No, no, no. ¡Claro que no! No hubiera sido una mala idea —ella le dio una mirada de muerte—, pero juro que no se me ocurrió. Solo fue coincidencia.

—Sí, claro.

—Supongo que tu hija no está en casa por eso pediste comida para uno.

—Justo tenías que venir a este restaurante —murmuró y empezó a jugar con su comida.

—Me gusta este restaurante. Saliste corriendo de la estación.

—No salí corriendo de la estación. Era tarde y no me iba a quedar más tiempo del necesario.

Elliot no respondió. Estaba seguro de que si decía una palabra más ella se iría del restaurante y su oportunidad de hablar y estar más tiempo con ella se esfumaría.

Intentó relajar el ambiente buscando cualquier tema para hablar. Necesitaba saber que esa magia que había entre ellos no se había terminado y lo comprobó. Al igual que antes podían hablar de cualquier cosa y no aburrirse. Hasta había conseguido que le aceptara un café después de la cena.

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora