Capítulo 93

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—Año y medio —corrigió, recordaba a la perfección cuando renunció a la policía de Chicago y por ende a ser su compañero. A pesar que ella había ascendido seguía saliendo al campo con él como su compañero, nunca lo trató diferente, y fue así por casi diez años—. Tú te ves cada vez mejor.

—Parece como si hubiera sido ayer que te vi —sentía tan bien al poder volver a ver a su amigo después de tanto—. Perdón. ¡Qué distraída! —dijo al darse cuenta que aún estaban en el marco de la puerta—. Entra. Estás en tu casa.

—No lo vuelvas a repetir o me tendrás aquí las veinticuatro horas —bromeó ingresando detrás de ella al departamento.

Olivia se sentó en el sofá grande sobre una de sus piernas, mirando hacia él por lo que su invitado sorpresa se sentó a su lado adoptando casi la misma posición.

—El último correo tuyo que recibí fue hace meses y dijiste que estabas adaptándote otra vez a la gran manzana —recordó y miró a su alrededor—. Veo que lo lograste.

—Podría decirse.

—Lindo departamento.

—En un vecindario muy neoyorquino. Entendí —rió—. ¿Cómo llegaste aquí?

—Exactamente. Tengo mis contactos.

—¿Hiciste que los federales me buscaran en su gran base de datos? 

—Estuve a punto de... —contestó con seriedad—. Estuve en la estación. Pregunté por la Capitana Benson. Mostré brevemente mi identificación y aquí estoy.

—Intimidaste a alguno de mis detectives para que te dé mi dirección —se cruzó de brazos y movió la cabeza de un lado a otro—. ¿Cómo van las cosas con los federales por cierto? Veo que amas tu nueva identificación.

—No me puedo quejar. Quantico no está mal.

—¿Hay peros? —preguntó, analizando su postura.

—No. Era lo que me esperaba...

—Ahí viene el pero... me extrañas. Lo sabía —interrumpió con seriedad—, de eso no tenía dudas cuando me dejaste —golpeó su hombro suavemente.

—En conclusión, sí —sonrió—. Por cierto... —extendió una funda de regalos hacia ella—. Un presente. Dije que te debía tu regalo de cumpleaños.

—No era necesario. Gracias. ¿Quieres algo de tomar? —preguntó poniéndose de pie—. ¿Agua, café, té, jugo? ¿Cerveza quizás?

—Creo que podrías compartir tu regalo conmigo —miró la funda de regalos y ella sacó lo que había dentro.

—Una botella de vino. Cabernet 1984 —lo miró fijamente—. ¿De Paris? Creo que te va demasiado bien con los federales.

Ambos rieron. Olivia dejó la botella de vino sobre la mesa de café y él se puso de pie también. Se ofreció a ir por las copas y el sacacorchos y no tardó nada en encontrarlos, ya que ella a pesar de mudarse, ponía las cosas en los mismos lugares.

—Te encantará este vino —dijo y se sentó nuevamente a su lado. Abrió la botella y sirvió dos copas.

—Creo que me va a tocar dejarlo a la imaginación —comentó después de tener la copa en su mano—. Huele delicioso.

—¿De qué hablas?

—Dentro de seis o siete meses más o menos podré probarlo. Supongo.

—Sigo sin entender —siguió sus movimientos mientras ella dejaba la copa de vino sobre la mesa de café—. ¿Estás enferma? ¿Por eso estás en casa y no trabajando?

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora