Epílogo

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Olivia y Elliot estaban abrazados en el marco de la puerta de la habitación de Elle. A la menor de sus hijas se le había metido la idea, desde que dejó de usar pañales hace un par de meses, que ya era una niña grande y que necesitaba una cama como la de Emma. La adolescente se había convertido en su ejemplo a seguir, la una era la adoración de la otra y viceversa. Noelle insistió por semanas hasta que ambos decidieron que ya no era una bebé después de todo. Compraron en línea la nueva cama y pasaron todo el sábado decorando la habitación de la pequeña. Faltaban tres semanas para sus dos años, sin embargo, accedieron a adelantar su regalo para que Emma pudiera compartir con ellos.

La mayor de sus hijas había logrado ingresar en varias universidades prestigiosas del país con diecisiete años. Harvard fue su sueño por muchos años pero decidió que Yale podría ser igual de bueno para ella. Estaba más cerca de casa y Sam también asistiría ahí por lo que fue su decisión final. Los dos jóvenes mantuvieron su relación sana y estable durante todo ese tiempo y fue un alivio para ellos cuando ingresaron en la misma universidad ya que no querían terminar su lindo noviazgo. Ellos tenían toda la semana empacando sus cosas, al día siguiente se mudarían al campus. Elliot les había dejado claro que cada uno iba a sus respectivos edificios, Emma a Psicología y Sam a Leyes, y que los seguiría vigilando, una hora y treinta minutos de distancia eran nada para él.

Emma y Sam llevaron a Noelle y a Sweety al parque para agotar un poco sus energías y así la niña no se diera cuenta que sus padres le tenían una sorpresa en casa.

—Todo lo que tengo por tus pensamientos ­—susurró Elliot abrazando un poco más a su esposa y besando su cuello ya que estaba detrás de ella.

­—Es nada... Solo... A veces no puedo creer que tenemos todo esto ­—giró su cabeza un poco para poder besar su barbilla—. Eres mi esposo. Tenemos dos hijas hermosas. Una de ellas casi una adulta que dejará el nido mañana... —suspiró tratando de contener sus lágrimas. Su hija mayor se mudaba a otro Estado y aunque no estaría ni a dos horas de ella, sentía su corazón estrujarse cuando lo pensaba.

—Hola... Hablaremos con ella casi a diario y vendrá aquí cada que tenga tiempo —la abrazó un poco más fuerte—. Y haré que se dé el tiempo muy a menudo. Prometió estar aquí para el cumple de Noelle y estará aquí para su cumpleaños también.

—Lo sé... Solo estoy algo sensible.

—Ella tenía que mudarse algún día, ¿sabes? Elle también lo hará aunque me cueste pensar que crecerá algún día —señaló la habitación y besó su cabello—. Ni siquiera quería que cambiemos su habitación porque es nuestra bebé... Emma seguirá siendo nuestra bebé también.

Echó a reír al recordar las pequeñas discusiones sobre Noelle dejando de ser una bebé.

—Bien —giró para quedar frente a él—. Siempre nos tendremos el uno al otro... A veces no me lo creo —pasó la yema de su dedo índice lentamente por su rostro, haciendo que él cierre los ojos y disfrute esa caricia.

­—Todo es real. Nuestras hijas crecerán pero siempre estaré aquí para ti. Tú y yo por otros cuarenta o cincuenta años.

—Y no puedo ser más feliz.

­—Me has hecho el hombre más feliz del universo desde que me aceptaste de nuevo en tu vida.

­—Te amo.

­—Y yo te amo, tanto, tanto, tanto ­—la besó apasionadamente.

­—Te amo más ­—contestó con una sonrisa tonta en sus labios y besó su nariz.

­—Yo más... pero no discutiremos por eso y diré que tú ganas. Algo he aprendido en estos años.

­—¡Heyy! ­—se quejó empujándolo de forma juguetona—. ¿Quieres dormir con Sweety en la sala y no en nuestra cama?

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora