Capítulo 91

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Abrió los ojos muy despacio, luchando por orientarse. Fuertes brazos estaban envolviendo su cuerpo, una mano sobre su omóplato impidiendo que se mueva un centímetro lejos. Su pierna en medio de las de él, su mano encima de su pecho y su frente pegada a su mejilla. Sintió como si hubiera pasado una vida desde la última vez que durmió entre sus brazos, una vida desde la última vez que durmió tan bien y que sintió tanta paz al despertar.

Lentamente levantó su cabeza y un par de ojos la observaban. Respiró profundo. Creía que él también dormía.

—Buenos días, Liv —susurró y besó su frente.

Su mirada y su sonrisa la dejaron sin habla. Era como si todo lo malo hubiera desaparecido por arte de magia pero sabía que no estaba bien, que eso no podría pasar. En su cabeza resonaron las palabras de desprecio de Elliot, todas las veces que dijo que nunca nada iba a ser como antes, que la odiaba por ocultarle la verdad, que no la podría perdonar.

Se fue alejando de él poco a poco y él se dio cuenta de que su acercamiento en ese momento no era de su agrado, como si leyera su mente.

—¿Qué tal dormiste? ¿Cómo te sientes?

—Bien —envolvió sus manos alrededor de su cuerpo y centró su mirada a un punto fijo en la puerta—. Buen día.

—No despertaste a media noche —comentó y trató de encontrar su mirada—. También dormí muy bien. Hace mucho no...

—¿Qué hora es? Necesito levantarme de esta cama.

—En unos minutos empieza el turno de la doctora.

Olivia lo miró e involuntariamente elevó una de sus cejas, una pregunta atrapada entre sus labios que no se animaba a soltar pero que su cuerpo expresaba. Él había hecho más que sólo estar ahí casi las veinticuatro horas.

—Aprendí el horario de la doctora. Viene aquí todos los lunes, miércoles y viernes en la mañana. Los otros días viene al mediodía.

—Necesito que venga... Y pronto —dijo, sin prestar atención a su comentario anterior—. Quiero ponerme de pie.

—Puedo ayudarte a...

Ella negó con un movimiento de cabeza y resopló.

—Ayer hizo nuevos exámenes y dijo que tenía que esperarla para hacerlo.

—¿Qué? ¿Qué dijo ella con exactitud?

—Que la esperara.

—¿Por qué? —preguntó preocupado y su tono empezaba a irritarla.

—Quería ver los resultados de los exámenes.

—¿Por qué nadie me llamó para decirme que te habían hecho un examen?

— Exámenes... y nadie tiene la obligación de llamarte —contestó de mala manera—. No soy una niña y no eres mi tutor legal para que te pidan algún tipo de autorización cuando...

Dos golpes en la puerta interrumpieron su próximo monólogo de todas las razones por las que no debe preocuparse por ella y no debería estar en ese hospital a su lado.

—Buenos días —saludó Emma con una gran sonrisa en su rostro—. Dijiste a primera hora y aquí estamos —besó a su madre en la frente, luego a Elliot con un abrazo y beso en la mejilla.

—Buen día a ambos —dijo Alex ingresando a la habitación con unas gafas de sol puestas y en sus manos un portavasos con tres vasos de cartón que expedía un olor a café inigualable—. Para ti —agregó, entregándole a Elliot uno de los vasos.

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora