Sus hormonas la llevaron a las lágrimas, una vez más. Lágrimas de dicha y gratitud por la vida que tenía y esperaba conservar por el resto de sus días. Por fin era feliz. Por fin sabía lo que era una familia. Por fin tenía la familia que siempre deseó. Se sentía la mujer más feliz y afortunada del mundo. Era como si el universo, la vida o algún ser superior la estuviera recompensando por todo su sufrimiento.
Estaba recostada en su cama pensando en el futuro maravilloso que le esperaba. Antes de llamar a Elliot necesitaba asegurarse que sus contracciones fueran reales y no una falsa alarma. Cuando se dio cuenta que su hija no tenía intenciones de esperar, bajó las escaleras con su maleta. Sabía que su prometido estaría nervioso y exaltado cuando llegara así que debía tener todo listo. Colocó la maleta, con las cosas esenciales para ella y la bebé, al lado de la puerta principal.
Luego de la segunda contracción empezó a cronometrarlas. Estaban pasando quince minutos entre cada una y tenía que llamar a Elliot. El embarazo de Emma y el parto fue un estrés de principio a fin y estaba agradecida de poder disfrutar ese, las contracciones eran muy dolorosas pero era la forma en la que su cuerpo le indicaba que su hija nacería ese día, así que trataría de soportarlas. A pesar de adelantarse una semana, no estaba asustada y el domingo 22 de Septiembre no era un mal día para que naciera su segunda hija.
—Todo estará bien, cariño. Papá vendrá por nosotras —susurró y tomó aire, intentando controlar su respiración después de otra contracción—. Esta vez si podré presionar el ícono de llamada —agregó limpiando una lágrima de su mejilla.
Escuchó atenta el tono de espera y sonrió cuando contestó su llamada.
—Hola, mi amor —supo que una sonrisa tonta se instaló en su rostro porque era la misma que tenía ella cuando la llamaba—. Lamento no haber llamado antes. Quería dejarte dormir el mayor tiempo posible.
—Hola, cariño. No llamé antes para dejarte trabajar —acarició su barriga y escuchó a Amanda ofrecerle un café—. ¿Estás en la estación?
—Sí. Nos hemos quedado sin mucho para continuar.
—Lamento escuchar eso pero me alegro que estés ahí.
—Estaré bien, Liv. No te preocupes.
—No estoy preocupada. Solo... —su mano se aferró con fuerza a un cojín para no soltar un grito de dolor.
—¿Liv? ¿Estás ahí?... ¿Hola?
—Sí —exhaló muy lento—. Decía que me alegro que estés ahí y que el caso no te llevara lejos de Manhattan o de la estación.
—¿Esta todo bien?
—Sí, cariño. Es... Creo que tendrás que dejar a Fin a cargo de todo.
—¿Qué sucedió, Liv? —lo escuchó ponerse de pie rápido y tropezar con algo.
—Tranquilo. Tenemos tiempo para...
—¿Tiempo? ¿Tiempo para qué, Liv? ¿Te caíste? ¿Te golpeaste? ¿Te sientes mal? —preguntó con preocupación.
—Todo esta bien y si me dejas hablar todo estará mejor —se acomodó mejor en el sofá y suspiró—. Necesito que vengas aquí porque alguien esta ansiosa por conocerte.
—¿Alguien?
—Tu hija no quiere esperar más, Ell. Debemos ir al hospital. ¿Vendrás o tomo un taxi?
—¡¿Qué?! —gritó alarmado y se imaginó que todos en la unidad tenían sus ojos clavados en él—. No tardo, cariño. No te muevas —contestó agitado y supuso que había corrido para salir de ahí—. ¡Maldito ascensor! —renegó, seguido de un golpe—. Tranquila, bebé. Estaré ahí.
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Sacrificio de Amor
FanficOlivia Benson regresa a su ciudad natal, New York, después de pasar los últimos 15 años de su vida lejos de ahí. Su hija adolescente de 14 años no estaba de acuerdo con mudarse pero no podía hacer nada al respecto ya que si quería conservar su placa...