Capítulo 8

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El fin de semana pasó muy rápido. Olivia se había relajado y hasta había olvidado el encuentro de su hija con Elliot. No volvería a pasar algo como eso. Se había prometido que Emma y Elliot no volverían a estar en el mismo lugar.

Era lunes y para Olivia fue una lucha despertar a su hija y hacer que se levantara de la cama. Toda la semana siempre había sido la primera en despertar pero justo cuando empezaba clases no quería hacerlo.

—Mamá creo que tengo fiebre —dijo dramatizando. 

—Ven acá —pidió y puso una mano en su frente. Sonrió—. ¿Emma, estás segura de que no quieres que te ponga en clases de actuación? Serías muy buena.

—Pero tengo fiebre.

—No tienes nada. Ve a ponerte el uniforme en lo que me visto rápido y preparo el desayuno —la hizo girar en dirección de la habitación y le dio una palmada en el trasero para que se diera prisa.

Olivia fue a su habitación y no se demoró nada en ducharse y vestirse. Regresó a la cocina y preparó un desayuno completo para su hija y un sándwich para el receso por si no le gustaba la comida que vendían en el colegio.

Treinta minutos después Emma salía de su habitación con su nuevo uniforme; una camisa celeste con un lazo color azul oscuro en el cuello de esta, falda a cuadros azul, celeste y negro, medias azul oscuro un poco más abajo de las rodillas y zapatos blancos con azul oscuro. La joven había dejado su cabello en ondas y puesto algo de rimel en sus pestañas.

—¿Vas a participar en un video de Britney Spears? —le preguntó a su hija mirándola de pies a cabeza.

—Eres la responsable por meterme a un colegio católico que hace que sus estudiantes vistan con uniforme.

—¿El blazer?

—¿Tengo que llevarlo?

—Hoy sí, es el primer día. Le subiste a la falda —ladeó su cabeza. 

Emma sonrió y le hizo ojitos.

—¿Por qué no puedo llevar el suéter? Tengo el gris y el azul. 

—Los lunes tienes que llevarlo así, Emma. Mejor siéntate a comer y después vas por el blazer o llegaremos tarde.

Desayunaron lo más rápido que pudieron y salieron del departamento al colegio de Emma. En el camino Olivia la iba aconsejando sobre su conducta. La joven no era de meterse en problemas pero siempre defendía a los demás y se ganaba unas cuantas idas a la oficina del director. A ella le encantaba que a Emma le gustara defender a los demás, siempre y cuando no tenga que ser llamada por un profesor.

Llegaron al colegio y Emma respiró hondo. Sentía como le empezaban a sudar las manos de lo nerviosa que estaba. Toda la semana había leído sobre el colegio y las actividades que tenía. Quería mantener un perfil bajo en ese nuevo colegio pero si se abría alguna vacante para las cheerleaders no dudaría en inscribirse. En el colegio de Chicago era una de las populares por ser una de las mejores del equipo y no lo hacía porque quería que todos la conocieran sino porque le gustaba.

—¿Crees que pueda ingresar al equipo de cheerleaders de aquí? —preguntó mientras veía y jugaba con sus manos—. También tienen un equipo de baloncesto y es uno de los mejores de la ciudad.

—Cariño —levantó su mentón con un dedo y le sonrió—, puedes hacer todo lo que te propongas. El hecho de haber cambiado de ciudad no te va a quitar todo lo buena que eres.

—Lo dices porque eres mi mamá —sonrió.

—Y porque es la verdad. Te vendré a ver a la salida para ir a almorzar y llevarte a casa.

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora