Capítulo 29

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Olivia estaba prolongando su baño. Cuando veía a Elliot y a Emma juntos sentía como poco a poco su respiración se agitaba. Los veía y sólo recordaba tantos momentos en los que Elliot debió estar presente y no lo hizo. En cada ecografía, cuando le dijeron el sexo del bebé, durante el parto...

Su jefe y sus compañeros de trabajo, en Chicago, habían sido bastante atentos y comprensivos con ella a pesar de no haber compartido tanto tiempo juntos. Eran personas muy agradables y en tan sólo 5 meses habían hecho lo posible para que se sintiera en casa. Le habían hecho unos cuantos regalos cuando se enteraron del sexo del bebé, la habían cubierto cuando se sentía mal por los malestares del embarazo, etc pero no eran Elliot, ningún apoyo de los que tuvo eran de él. Simplemente se sentía sola, no podía abusar de la confianza que le estaban dando, estaba sola en otra ciudad y sin nada que pudiera hacer al respecto.

(...) Era fin de semana y estaba en casa arreglando la habitación que sería para su bebé. Tenía casi todo listo excepto el moisés que lo saldría a comprar al siguiente día. Ella misma se había encargado de pintar la habitación de blanco y decorarla. En una de las paredes, justo arriba de donde estaba la cuna, dibujó a una conejita con un vestido sentada sobre una nube con muchos corazones a su alrededor, era una habitación de ensueño y todo para su princesa.

Terminaba de doblar unos cuantos conjuntos de ropa y una pequeña maleta para cuando estuviera de parto aunque aún le faltaban dos meses para eso pero no quería estar apurada en ese rato y que al final su hija no tuviera ropa con la que la pudieran vestir. Sintió un fuerte dolor en su vientre y tuvo que apoyarse en la cuna para no caer.

Bebé no puedes nacer ahora. Todavía falta mucho susurró y empezó a acariciar su barriga que no era tan grande. Había tenido muchos problemas los primeros meses de embarazo. Por favor, Emma, mamá te quiere conocer pero aún no es el momento. ¡Ahhhh! ¡Dios! Esto no está pasando así. Elliot debiste estar aquí conmigo empezó a llorar, estaba aterrada y sola.

Como pudo tomó sus cosas y salió de su departamento agarrándose de todas las paredes. Subió en el ascensor y empezó a respirar como le habían enseñado en una clase preparto que había tenido esa misma semana. Iba con su celular en la mano decidiendo a la vez si llamarlo o no. Tenía tantas ganas de pedirle que fuera con ella, que agarrara su mano, que estuviera ahí viendo a su hija nacer. Marcó su número, no lo había olvidado después de tantos meses y justo cuando iba a darle en el botón para llamar, llegó a la planta baja de su edificio y se abrieron las puertas del ascensor.

Señora Olivia, ¿se encuentra bien? preguntó el guardia del edificio cuando la vio salir del ascensor muy pálida.

Martin, creo que mi bebé quiere nacer hoy mismo murmuró limpiando sus lágrimas y guardó su celular.

¿Quiere que llame a alguien?

Un taxi, sí. Necesito que me lleven al hospital. Por favor. ¡Ahhh! ¡Dios!

Ya le consigo uno. Repire señora.

Salió en busca de un taxi y para fortuna de Olivia no tardó mucho y el taxista era una buena persona que no se negó a llevar a una embarazada al hospital, aún teniendo la probabilidad que rompa fuente dentro del auto.

—Todavía me faltan dos meses, doctor. Ella no puede nacer todavía —repitió angustiada. Desde que llegó al hospital lo había dicho esperando que pudieran hacer algo para retrasar el parto.

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora