Capítulo 78

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Cada hora que pasaba era como un puñal más clavándose en su corazón. En la estación no había movimiento y por primera vez en la vida deseo tener un caso en el cual centrar su atención para dejar de pensar en ellos. No podía seguir ahí por más tiempo. Pensó en ir con sus detectives pero no quería arruinarles su celebración con su cara de tristeza y no estaba en condiciones de fingir una sonrisa. 

Salió de ahí sin rumbo fijo y caminó hacia la estación del metro. Veía a la gente pasar con rapidez a su lado, seguramente terminando las últimas compras navideñas para poder ir a casa y compartir con su familia. Lágrimas rodaron por sus mejillas una vez que pudo sentarse dentro del metro. Tenía la necesidad de huir, de alejarse de la estación, de estar en cualquier lugar que la hiciera sentir aunque sea un poquito menos abatida.

Cuando se dio cuenta, estaba parada en medio del Centro Rockefeller. Eran las once de la noche y no habían muchas personas por ahí como en días anteriores. Se sentó frente al gran árbol de navidad, desde ahí podía ver la pista de patinaje también. Recordó el día en que fueron Elliot, Emma y ella, allí para que su hija conociera el lugar del cual todos le habían hablado. Sacó su celular y volvió a contemplar las fotos que se habían tomado ese día los tres. Parecían una familia feliz. En cierto punto era su familia feliz.

—Tenía la familia que quería desde niña, la que tanto soñé y la perdí —sollozó. 

No había nadie cerca para verla y si alguien la veía poco le importaba en ese momento, no podía ocultar su dolor. Un dolor que sólo podría calmarse con el amor de las dos personas más importantes en su vida pero que sabía que no era posible, por lo menos no en un futuro cercano. Sentía un vacío inmenso en su alma y no poder hacer nada para remediar el dolor que ella misma había causado la estaba dejando sin ganas de seguir adelante, sin ganas de luchar para que ellos la perdonaran...

—¿Estás bien? —preguntó alguien sentándose a su lado.

—Estoy... eso es lo que cuenta —respondió luego de reunir todas las fuerzas para no seguir llorando. Levantó la mirada y vio a una señora mayor a su lado, con una pequeña sonrisa amable en su rostro.

—Este invierno está mucho más frío que otros —comentó quitándose su bufanda y sus guantes para ponerlos sobre sus piernas—. Te vas a congelar aquí, querida.

Ella recién había notado que apenas cargaba un suéter puesto. No sacó de la estación ni su bolso, su chaqueta, ni sus guantes o su bufanda. Un impulso la había llevado hasta ahí. El dolor que desgarraba su alma la había llevado al último lugar donde recordaba haber sido feliz.

—No es necesario...

—Claro que sí o te enfermarás.

—Estaba distraída y no me abrigué cuando salí —murmuró Liv.

—Deberías estar en casa con tu familia... —dijo y dio a entender que quería saber su nombre—. Me llamo Ruth.

—Olivia —volvió a mirar la foto de Elliot y su hija—. Liv.

—Tu hija es muy hermosa y tu esposo es muy atractivo a la vista de cualquier mujer —sonrió y pasó su bufanda por el cuello de ella—. Deberías estar con ellos, Liv.

—No me quieren cerca —limpió nuevamente sus lágrimas—. No los merezco. Los perdí... y él no es mi esposo. Me hubiera encantado que lo sea pero no —agregó en un tono mucho más bajo. Durante el poco tiempo que estuvieron juntos hace quince años, ella había soñado con ser su esposa, sabía que era imposible pero sus sueños volaban demasiado alto y terminaron haciendo que la decepción sea aún mayor.

—Querida, todos nos merecemos ser amados. Esa foto que veo ahí demuestra que te aman y tus lágrimas, que tú los amas. Todo tiene solución en esta vida excepto la muerte...

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora