Capítulo 116

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Emma volvía a sentirse segura, a sentir que se encontraba en un buen momento de su vida. Su vida era un poquito menos complicada y mucho más feliz de lo que había sido en los últimos seis meses.

Hace un tiempo había dejado de sentir el pequeño dolor en su rodilla cuando practicaba sus rutinas y la cicatriz de la operación era cada vez menos visible. Pasaba todo el tiempo que podía en el gimnasio de Chelsea Piers. Estaba trabajando tan duro para volver a recuperar su vida como gimnasta. Se propuso estar lista para poder participar en el campeonato nacional que se llevaría a cabo en Chicago dentro de tres meses. Desde su lesión se perdió dos competencias pero su entrenador le aseguró que había dejado buenas impresiones en la última competencia y que era seguro que si su rendimiento mejoraba, la llamarían para formar parte del equipo nacional y representar al país en competencias internacionales, su sueño.

Seguía yendo a sus sesiones con la psicóloga pero con menos frecuencia. Se sentía menos asfixiada pensando en que Matt era su hermano aunque seguía conciliando la idea de que fue su primer amor. En el colegio hacer como si él no existiera había sido de mucha ayuda. No estaba en sus planes ignorarlo de por vida, sin embargo, era lo que le funcionaba por el momento. Habló muchas veces con sus padres sobre él y que en algún momento debían poder tener una buena relación, solo que estaba en sus planes a muy largo plazo al igual que su relación con los gemelos.

En casa sus padres parecían estar en una luna de miel. Había días en que se sentía fuera de su elemento y otros en los que sentía que había crecido viendo ese amor, que era normal. Su relación con Elliot mejoró a tal grado que volvió a decirle papá. Ver a su madre feliz era todo lo que le importaba y ella lo estaba gracias a él así que dejó de insistir en que debían alejarse porque estaban donde debían estar.

Ahora, terminaba de arreglarse para un día de chicas. Miró su atuendo en el espejo, sabía que su madre tendría algo que decir sobre eso. Sonrió. Quizás se había arreglado demasiado para un día de spa, cortesía de su padre y los esposos de Maureen y Kathleen. Casi quince días después, por fin se pusieron de acuerdo para tomar un día para relajarse. Salió de su habitación y vio una vez más la misma escena romántica de sus padres. Empezaba a creer que no podían mantener sus manos lejos del otro o sus bocas separadas. Tosió dramáticamente y varias veces.

—Tanta azúcar en la mañana puede enfermarnos a todos —bromeó, caminando hacia la cafetera.

—Buenos días a ti también, cariño —contestó Elliot besando el cuello de Liv para luego alejarse y besar la frente de su hija.

—Buen día papá.

—Se supone que no debían tener café hoy.

—No llegué a ningún acuerdo con ninguna de ellas —se quejó y dio un pequeño trago a su taza—. No puedo vivir sin esto. Mi cerebro no funciona sin café por las mañanas.

—Era un día de desintoxicación, Emma —sonrió Liv sentándose en la silla alta de la isla, con un jugo verde en sus manos. Se inclinó un poco hacia adelante y la miró de pies a cabeza sin dejar de sonreír.

—¿Tienes un comentario sobre mí outfit?

—No.

—¿Papá?

—Te ves hermosa, Emm... Aunque desearía que fuera menos corto —murmuró más para sí mismo la última parte pero ella lo escuchó a la perfección.

—Eso no se ve agradable —comentó mirando la bebida de su madre—. ¿En serio no tienes nada que decir? —preguntó de nuevo y observó la ropa que vestía su mamá, un pantalón blanco de algodón, una blusa blanca manga larga y sandalias del mismo color.

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora