Capítulo 28

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—Fueron compañeros por más de ocho años —añadió Kathleen—. Era muy buena persona. Sigue siendo, supongo.

—¿Era amante de papá?

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Claro que no! Nuestro padre no hubiera hecho eso.

—Maureen, no soy un niño. Quiero saber.

—¡Basta de esto! —pidió Kathleen queriendo ser la voz de la razón. No era correcto que hablaran sobre la vida amorosa de su padre—. Ellos nunca tuvieron nada y si ahora lo tienen no es nuestro problema.

—Pero...

—Pero nada, Eli, Kathleen tiene razón —intervino Maureen, no era correcto lo que pensaban, su padre nunca hubiera engañado a su madre y Olivia nunca hubiera aceptado ser la amante de un hombre casado y con cuatro hijos—. Vamos a dejar este tema. Papá es un hombre soltero y tiene derecho de involucrarse con quien le parezca...

—¿Incluyendo a Olivia? ¿Aunque fueran amantes y hubieran engañado a nuestra madre hace años? —inquirió Elizabeth, todos contemplaban esa idea.

—No es nuestro asunto.

—El de mamá seguro que sí —agregó Richard serio—, pero es cierto, no es nuestro problema. Aunque espero que no fuera así porque a nuestros padres les costó mucho el llevarse bien después de la separación y si mamá se entera pues le declarará la guerra.... lo sabemos.

Todos se quedaron en silencio, decidieron no seguir ahondando en el tema y prometieron no hablar de ello para no crear más confusiones en su familia. Minutos después se acostaron a dormir pero sin que en sus pensamientos siguieran dándole vuelta a la idea de su padre y su antigua compañera de trabajo juntos.

El domingo Olivia se despertó muy temprano para ir a correr a Central Park, volvía a sentir que se estaba ahogando en casa. La noche anterior no había dormido mucho, seguía pensando en la mirada de Maureen sobre su hija o el abrazo que Elliot le había dado a esta. Todo el tiempo se la había pasado contemplando el sueño de Emma. La atormentaba pensar en que algún día se podrían enterar de la verdad y la odiarían, los dos.

Emma estaba muy cansada esa mañana pero aún así decidió acompañar a su madre, como todos los fines de semana que podían, a hacer ejercicio. Llamó a Alex para preguntarle si las acompañaba pero ella se negó, tenía que ir al trabajo a resolver unos asuntos que no podía dejar para el lunes.

—Mamá, ¿podemos parar? —preguntó Emma después de correr un par de minutos. Apoyó sus manos sobre sus rodillas y respiró profundo.

—Te dije que venía sola —rió Liv—. No llevamos ni 5 minutos corriendo. No puedo parar, Emm.

—¡Tiempo fuera! —se sentó en un banco que había cerca—. Aquí te espero.

—Sé que estás cansada cariño pero no hemos corrido nada.

—No me moveré de aquí. Escucharé música. Si me recupero física y emocionalmente por el mal estado en el que estoy con casi 15 años, te alcanzo —la miró fijamente y rió al notar que seguía dando vueltas a su alrededor—. Ve mamá. No hablaré con extraños.

Olivia no podía decidir si parar o no porque en serio necesitaba liberarse de todo y correr le estaba sirviendo. Besó la frente de su hija y se perdió en el camino a los pocos segundos.

Los hijos de Elliot se levantaron temprano ese domingo y prepararon el desayuno. De un momento al otro cambiaron de planes y todos se fueron del departamento de Elliot. Se habían quedado muy inquietos con la conversión que habían tenido la noche anterior. Todos se habían quedado con esa duda en su cabeza. ¿Su padre le fue infiel a su madre con su compañera?

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora