Capítulo 117

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La cena especial del día de chicas terminó siendo muy tensa y agobiante. El perfecto día de relax pasó al olvido. La comida era espectacular solo que la compañía no era agradable para todos. Eran conscientes que los comentarios desagradables fueron reservados hasta que los niños se fueran a jugar pero las miradas fulminantes hacia Olivia y Emma no pudieron faltar.

Desde que pasaron al comedor fue incómodo. Al parecer todos tenían sus lugares designados cuando los McAdams realizaban las cenas familiares. Los niños estaban empeñados en que Emma y Olivia se sentaran a sus lados así que la distribución cambió por completo y los gemelos no fueron felices por ello. Por suerte el comedor era de doce puestos por lo que nadie quedaba fuera o comiendo en un lugar improvisado. Kathleen y Thomas estaban en la cabecera de uno de los lados del gran comedor, a la izquierda de Kathleen estaba Amelia en su asiento elevador para que estuviera al nivel de la mesa, al igual que Leo, pasando un lugar. Emma quedó entre los dos niños y Olivia al otro lado del niño. Nadie discutió en que Elliot se sentara al lado de Olivia ya que era muy obvio que sería su lugar de ahora en adelante. Del lado derecho de Thomas se habían ubicado Leo y Maureen, quien estaba junto a Elizabeth, luego Richard y por último, Eli al lado de su padre.

El minestrone había sido servido y comido sin conversaciones de ningún tipo. Cuando la pasta fue servida, Elliot vio a Olivia revolverla por todo su plato y comer apenas dos bocados de ella. Sabía que su inapetencia se debía a la incomodidad por la presencia de los gemelos y su resistencia a su relación. Lamentaba que sus hijos la hicieran pasar un mal rato porque no se lo merecía. Limpió su boca con la servilleta y dejó sus cubiertos de lado para tomar la mano libre de Olivia.

—¿No tienes apetito? —murmuró y apretó su mano. Ella levantó la mirada y él le dio las más grandes de las sonrisas—. ¿Comiste bien hoy?

—Comí bien. Todo sano —contestó tratando de sonreírle—. Estoy comiendo, Ell.

—Bien. 

—Debo admitir que estoy ansiosa por el postre —enrolló un poco de pasta en su tenedor y lo llevó a su boca—. Escuché que de ese te encargaste tú solo —agregó después de comer.

—Escuchaste bien. 

Emma sonreía al ver la interacción entre sus padres. Por un momento pensó que su padre estaba en las nubes y no le diría algo a su mamá para que se relajara aunque sea un poco. Sentía la mirada de los gemelos como dagas sobre ellas y su paciencia se estaba agotando.

Elliot se inclinó hacia a Olivia para susurrarle algo en el oído.

—Me alegra que estés ansiosa por comer el postre... Te aseguro que en la casa te esperará un postre mejor.

—Elliot... —gimió Liv lo más bajo que pudo cuando él colocó su mano sobre su muslo.

Él se alejó de ella con una amplia sonrisa. Ella sintió sus mejillas arder y su parte baja vibrar por la anticipación. Eso sin duda era una promesa de algo muy bueno más tarde. Sacudió la cabeza intentando sacar esos pensamientos de su cabeza, no estaba bien que sus hormonas se alborotaran frente a la familia de él.

—Abue, ¿no te gusta la pasta? —preguntó Leo comiendo lo que tenía en su boca.

—Leo, no se habla con la boca llena —lo reprendió Maureen y miró a Richard al escucharlo emitir un sonido de disgusto—. Por favor —susurró clavando su mirada en sus hermanos.

—Perdón mami.

—La pasta está deliciosa, cielo —contestó Liv mirando a Thomas—. La cena está exquisita, Thomas.

—Gracias, Olivia. Un placer cocinar para mi familia.

—Pero no has comido mucho, abuela y yo ya casi termino —señaló su plato medio vacío—. ¿La bebé no tiene hambre?

Sacrificio de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora