Capítulo 8

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- ¿Te has parado a pensar alguna vez? - Soltó la morena de pronto.

- ¿A pensar en qué?

- No, me refiero literal, si alguna vez te has tumbado en la cama o te has sentado en el sofá y te has parado a pensar. Has dejado que tus pensamientos se liberasen, sin frenos, sin filtros.

- La verdad es que no, no tengo tiempo ni para eso. - Rio apurada - . Entre mis hermanos y el bar no tengo tiempo ni para tomar un mosto, así que como para pararme a pensar.

- Ahora estás aquí conmigo ¿no?

- Sí, bueno -  "¿A dónde quiere llegar?" pensó Luisita.

- Igual es un buen momento para pensar. ¿Qué dices? - Amelia la miró con una pequeña sonrisa intentando animarla.

- No sé, Amelia, no sé si va a ser una buena idea o si voy a poder, que yo no soy mucho de pensar, que yo hablo y lo suelto todo. No pienso. Mi madre siempre me dice que tengo que pensar antes de hablar, pero es que es imposible eso para mi. -  Se justificó.

- ¡Bah! Venga - Amelia le agarró de la mano, tiró de ella hasta obligarla a incorporarse del sofá y se la llevó a la habitación.

- ¿Tenemos que pensar en tu habitación? 

Amelia la ignoró. - ¡Túmbate! ¡Anda! -  Ordenó mientras  le empujaba hacia la cama.

- Le estás cogiendo gustillo a eso de mandarme ¿eh? - Le sacó lengua. - ¿Y tú?

- Yo me quedó aquí. - Señaló una silla que estaba a los pies de la cama.

- ¡Ni hablar ! - Luisita agarró la mano de Amelia y tiró hacia ella tumbándola a su lado. - Si yo pienso, tú también. - Amelia no pudo evitar reír.

- Me parece justo. - Respondió a medida que se colocaba mirando hacia el techo. Luisita la imitó.

- ¿Y ahora qué, Señora Psicóloga? - Amelia la mandó callar.

Pasaron sólo unos diez segundos hasta que la rubia volvió a hablar.

- Pero Amelia ¿cuánto tiempo tenemos que estar así?  - La morena le chistó para que estuviese en silencio.

-  ¡Oye! Que techo más bonito tienes, ni una sola grieta y se ve que está recién pintado ¿eh?

- ¡Luisita! -  La llamó la atención.

- ¡Perdón! ¡Perdón! -  Se disculpó entre susurros.

- Pero esto de pensar en silencio es meditar ¿no? Porque esto lo hacía mi hermana Lola cuando vivíamos juntas. Todas las mañanas se levantaba como media hora antes y hacia sus cosas de meditación, pero había música o un hombre hablando. Yo siempre oía a alguien hablando. 

- ¿A qué tienes miedo? - Preguntó sin dudar la morena.

- A nada ¿por qué iba a tener miedo?

- Pues entonces quédate en silencio aquí conmigo. - Luisita asintió sin saber muy bien qué contestar. 

Aquella pregunta le había dejado bastante descolocada. Ella no tenía miedo simplemente que le aburría pensar. Miró a Amelia que tenía los ojos cerrados y respiraba de forma pausada. "¿Se está quedando dormida? pensó, pero antes de que pudiera decir o hacer nada Amelia abrió los ojos y colocó el dedo índice en sus labios como señal de silencio. Luisita entendió la indirecta, cogió aire e hizo lo que la morena le pidió.  

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