Luisita se mantenía de pie, hierática, con la mirada fija y sin mover ningún músculo. Amelia la observaba desde el portal con miedo a interrumpir aquel momento, sabía lo que estaba haciendo: se estaba armando de valor.
****
La noche anterior...
- Amor, será mejor que vayamos a tu casa, mañana madrugamos.
- ¡Vaya! - Contestó con un gesto de decepción mientras se levantaba de la mesa.
- ¿Qué pasa? - Luisita ya había cogido todas su pertenencias para poder marcharse del bar.
- Pues que pensé que querrías acabar lo del baño. - Arqueó una ceja con cara traviesa.
- ¡Amelia! - Le dio un pequeño codazo mientras sonreía como una niña pequeña. - Papá, nos vamos, mañana cenamos en casa.
- ¡Genial! Haré arroz al horno.
- No hace falta Marcelino.
- Claro que sí, no todos los días viene a cenar mi yerna familiar. - Le dedicó una enorme sonrisa que Amelia devolvió con un inmenso brillo en los ojos. El amor de los Gómez era de otra galaxia.
- Al final te va a querer más a tí que a mí. - Comentó Luisita por lo bajo mientras salían del bar.
- ¡Qué boba eres!
- Hace meses que no me hace mi comida favorita. - Refunfuñó.
Amelia se detuvo obligando a parar a Lista que la miró extrañada.
- No te estarás poniendo celosa... - La rodeó la cintura y se acercó hasta que sus labios estaban a escasos centímetros.
- ¡Claro que no! - Susurró en sus labios. - Me alegra que mis padres te quieran. - Le dejó un pequeño beso.
- Al menos unos padres me quieren. - Recorrió la cintura de la rubia hasta alcanzar su mano y entrelazarla con la suya.
- No digas eso.
- Es así, no pasa nada.
Anduvieron en silencio recorriendo las calles del barrio, apenas había viandantes, se notaba que era verano y que la mitad de los madrileños habían huído del calor axfisiante de la capital.
- Amelia - Murmuró.
-Mmm.
- Mañana quiero conducir.
- ¿Para ir a lo de Ascensión?
- Sí.
- ¿Estás segura?
- ¿Crees que no puedo?
- Claro que puedes pero entiendo que no quieras.
- Es lo mejor ¿ no? Terapia de choque. - Contestó orgullosa.
- Yo diría más terapia de exposición.
- ¡Ya está la psicóloga! - Masculló.
- ¡Oye! ¡Qué creía que te gustaba mi faceta profesional! - Contestó un poco molesta.
- Y me encanta, ya lo sabes. - Le guiñó un ojo intentando aliviar aquel momento de tensión que se había creado por momentos. - Entonces ¿me dejas?
- Yo no te tengo que dejar. - Fue escueta.
- Es tu coche.
- De alquiler.

ESTÁS LEYENDO
Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...