Capítulo 115

1.8K 276 17
                                        

Luisita se mantenía de pie, hierática, con la mirada fija y sin mover ningún músculo. Amelia la observaba desde el portal con miedo a interrumpir aquel momento, sabía lo que estaba haciendo: se estaba armando de valor.

****

La noche anterior... 

- Amor, será mejor que vayamos a tu casa, mañana madrugamos.

- ¡Vaya! - Contestó con un gesto de decepción mientras se levantaba de la mesa.

- ¿Qué pasa? - Luisita ya había cogido todas su pertenencias para poder marcharse del  bar.

- Pues que pensé que querrías acabar lo del baño. - Arqueó una ceja con cara traviesa.

- ¡Amelia! - Le dio un pequeño codazo mientras sonreía como una niña pequeña. - Papá, nos vamos, mañana cenamos en casa.

- ¡Genial! Haré arroz al horno.

- No hace falta Marcelino.

- Claro que sí, no todos los días viene a cenar mi yerna familiar. - Le dedicó una enorme sonrisa que Amelia devolvió con un inmenso brillo en los ojos. El amor de los Gómez era de otra galaxia.

- Al final te va a querer más a tí que a mí. - Comentó Luisita por lo bajo mientras salían del bar.

- ¡Qué boba eres!

- Hace meses que no me hace mi comida favorita. - Refunfuñó.

Amelia se detuvo obligando a parar a Lista que la miró extrañada.

- No te estarás poniendo celosa... - La rodeó la cintura y se acercó hasta que sus labios estaban a escasos centímetros.

- ¡Claro que no! - Susurró en sus labios. - Me alegra que mis padres te quieran. - Le dejó un pequeño beso.

- Al menos unos padres me quieren. -  Recorrió la cintura de la rubia hasta  alcanzar su mano y entrelazarla con la suya. 

- No digas eso. 

- Es  así, no pasa nada. 

Anduvieron en silencio recorriendo las calles del barrio, apenas había viandantes, se notaba que era verano y que la mitad de los madrileños habían huído del calor axfisiante de la capital.

- Amelia - Murmuró.

-Mmm.

- Mañana quiero conducir.

- ¿Para ir a lo de Ascensión?

- Sí.

- ¿Estás segura?

- ¿Crees que no puedo?

- Claro que puedes pero entiendo que no quieras.

- Es lo mejor ¿ no?  Terapia de choque. - Contestó orgullosa. 

- Yo diría más terapia de exposición.

- ¡Ya está la psicóloga! - Masculló.

- ¡Oye! ¡Qué creía que te gustaba mi faceta profesional! - Contestó un poco molesta. 

- Y me encanta, ya lo sabes. - Le guiñó un ojo intentando aliviar aquel momento de tensión que se había creado por momentos. - Entonces ¿me dejas?

- Yo no te tengo que dejar. - Fue escueta.

- Es tu coche.

- De alquiler.

KintsugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora