Capítulo 85

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Salía de la habitación con esas sonrisas que contagian, con restos de emoción en los ojos y con la sensación de ir en una nube. Aquella declaración de Luisita era todo lo que Amelia necesitaba para poder volver a Madrid sin culpa y con la seguridad de que la rubia estaría con ella. Después de tanto tiempo, Amelia se sintió tranquila, a gusto con sus decisiones y querida por la persona más importante de su vida en esos momentos.

- ¿Qué haces aquí? 

Aquella pregunta pareció explotar la burbuja de Amelia, ésta miró a Lola que permanecía de pie expectante a escasos metros de la habitación de Luisita,

- ¿Cada vez que me veas me vas a preguntar lo mismo?  -  Respondió la morena sin inmutarse.

- Es que sigo sin saber qué haces aquí. - Insistió Lola.

- Creo que es bastante obvio lo que hago aquí. - Hizo una señal hacia la habitación Luisita.

- Bueno, eso es lo que dices pero tengo mis dudas.

Estaba cansada de aquella actitud, de su altanería, podía entender su animadversión, pero no iba a permitir que pusieran en duda sus sentimientos hacia su hermano, eso sí que no.

- ¿Dudas de qué? ¿De que quiero a tu hermana? 

- Eso dices... que la quieres ¿no? - Respondió altiva.

- ¿Qué quieres, Lola? - Intentó ir directa, saber qué es lo que pretendía con aquella actitud.

-  ¿Te vas? 

Con aquella pregunta, la morena no necesitó saber más.

- No es asunto tuyo si me voy o no. - No pudo evitar ponerse a la defensiva. 

- No, no lo es, mi asunto es mi hermana, ya me quedo yo con ella. - Respondió con una soberbia hiriente.

- Voy a volver. - Se justificó.

- Eso dicen todas, no eres la primera ni la última mujer que usa a mi hermana, estoy acostumbrada a cuidar de ella.

Amelia se detuvo unos segundos, analizó aquellas últimas palabras, esa última intención.

- ¿Por eso me odias? Porque sabías que me iba a ir y te iba tocar cuidar de tu hermana... como estás acostumbrada. - Contestó con cierta mordacidad.

- ¿Qué estás insinuando?

- Luisita no te debe nada. - Fue tajante.

Cuando tenía que defender a su rubia, el coraje se multiplicaba al igual que la imprudencia, podía consentir muchos ataques hacia su persona, pero no hacia lo que más que quería en el mundo independientemente de la procedencia de dichos ataques.

- Y tú qué coño sabes lo que me debe o no me debe. - Respondió alterada.

- Ni ella te debe nada ni tu a ella. El amor no funciona así y mucho menos el amor entre hermanas.

- Tú que sabrás  del amor entre hermanas si dejaste que la tuya se suicidara.

Las palabras golpearon con fuerza en el interior del pecho de Amelia, fue un golpe seco, inesperado, notó como sus ojos se humedecían, no iba a derramar ni una sola lágrima ante la atenta mirada de Lola. Respiró hondo, intentó apartar la imagen de Alex de su cabeza, Lola acababa de abrir la caja de Pandora y Amelia lo notaba, notaba todos sus músculos en tensión, su cerebro yendo a mil por hora intentando retener todos los pensamientos que con una sola palabra se habían activado.

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