Capítulo 42

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No lo dudó, aquel ya no era su sitio ni esa casa su hogar. Compró el primer billete que había para Madrid, avisó a Luisita de la hora de llegada y posteriormente escribió a Natalia disculpándose por su huida. Amelia se iba de Zaragoza sin ninguna pretensión de volver. Era el momento de cerrar etapa.

Luisita no había hablado más con Amelia, no sabía qué había pasado exactamente, pero tenía claro que tenía que regresar a Madrid, estar con ella. Le costaba entender cómo unos padres podrían hacer tanto daño a su propia hija, culparla de un dolor tan grave. Ellos perdieron a una hija y Amelia perdió a una hermana, pero nadie parecía darse cuenta. Nadie era consciente del dolor y de la culpa que ella misma se auto imponía ni si quiera Luisita podía hacerse una idea.

****

- Marina, estoy muy nerviosa y no sé muy bien por qué. - Luisita desesperada llamó a su amiga.

- Es lógico, no sabes qué es lo que ha pasado o cómo está ella. Ha sido muy rápido.

- Ya, es que ni lo he pensado, le he dicho que se viniera y ya. Igual me tenía que haber callado, que se hubiese quedado y así solucionar lo que tuviese que solucionar, porque realmente lo que he hecho ha sido animarla a que huyera.

- Visto así, pero vamos, que no creo. Está claro que has actuado por impulso, pero quizá es lo que ella necesitaba, alguien que le dijera ¡sal de ahí! Que le sacara de ese bucle tóxico.

- Puede ser... ¿ y si no soy capaz de hacerla sonreír? ¿ y si la decepciono?

- Pero ¡qué dices! La tienes más que conquistada, Luisita, tú fuiste impulsiva por decirle que se fuera, pero ella lo ha sido al irse. Y si lo ha sido es porque sabe que en el fondo contigo es con quien va a estar mejor. Deja de pensar. Si es que es mejor que te dejes llevar por tus impulsos porque cuando piensas, no piensas más que chorradas.

- ¡Qué idiota eres! - Sonrío.

- Y ahora, sin pensar ¿te estás enamorando de Amelia?

- ¿Sin pensar?

- Sin pensar, eso he dicho.

- Sí. - Fue pronunciar el sí y su corazón se detuvo.

Acababa admitir lo que tanto miedo le provocaba. La joven psicóloga de rizos había conseguidos traspasar su corazón-coraza.

- Que salga el sol por donde quiera, amiga... - Respondió Marina jovial.

- ¡Mierda! ¡Qué ya va a ser la hora! Estoy supernerviosa pero ¿por qué?

- Porque, entre unas cosas y otras, hace más de una semana que no la ves, porque tienes unas ganas que te mueres de besarla y porque estás deseando pasar la noche con ella.

- ¡Madre mía! Marina ¿dónde me he metido?

- Pues en la boca del lobo pero sabes qué te digo.

- ¿Qué?

- Deja que te coma. - Rio divertida.

- Pues que así sea. Gracias Marina. - Se despidió con un beso.

"Al final llegó tarde" pensó la rubia, agarró su cazadora, su bolso y se fue corriendo, ya había avisado a sus padres de que no volvería a dormir y que quizá llegaría tarde a trabajar o no llegaría.

****

El tiempo en Madrid era bastante más cálido que en Zaragoza y Amelia lo pudo comprobar en cuanto bajó del vagón, el aire era seco y caliente pero se sentía bien. Respiró profundo y oteó la estación en busca de Luisita, sin embargo, no estaba, comprobó el móvil; no tenía ninguna llamada ni mensaje, "¡Qué raro!" pensó. Recorrió la estación hasta encontrar un banco vacío donde poder esperar. Después de la discusión con su padre, se pasó la mitad del viaje llorando y la otra mitad intentando tranquilizarse, lo último que quería era que Luisita la viese en ese estado tan lamentable, pero la verdad es que estaba agotada. No era capaz ni de pensar aunque tenía ganas de ver a Luisita, de simplemente estar con ella. No quería hablar solo compartir el silencio y sentirla a su lado. "¿Cómo estaría?" pensó. Las últimas semanas todo parecía haber girado alrededor de Amelia.

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