Capítulo 78

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Despertó con la boca seca y con el cuerpo entumecido. No sabía dónde estaba ni lo que había sucedido. Intentó abrir los ojos, pero sus párpados pesaban demasiado al igual que sus articulaciones. Inspiró para intentar coger fuerzas y percibió aquel olor, un olor capaz de despertar cientos de mariposas en su estómago; olió a vainilla. Se removió un poco y notó el cosquilleo que tantas veces le había provocado los rizos de Amelia. 

¿Amelia? Pensó.  Por un instante sintió que su pecho se ensanchaba de alegría, que en sus labios se dibujaba una sonrisa y que su piel se erizaba, pero todos esas emociones fueron acalladas por la voz de la razón. Estaba soñando, estaba teniendo una alucinación hipnopómpica, una de esas alucinaciones que aparecen en el momento en el que uno está despertando cuando la línea entre sueño y realidad no está clara. No podía ser que Amelia estuviese con ella. Amelia estaba en Madrid. 

Sintió como alguien se acomodaba a su lado, estiró la mano y la posó en la cintura de la persona que estaba junto a ella, con parsimonia recorrió parte de aquel abdomen hasta alcanzar el rostro, lo acarició, dejó que sus dedos explorasen cada centímetro de aquel semblante,  dejó que el tacto hablase a falta de sus ojos. No quería abrirlos, no quería ver que Amelia no estaba allí, quería seguir en aquella alucinación, en aquel sueño tan vívido y tan real donde sus dedos reconocían los labios de Amelia. Sintió como aquellos labios besaban sus dedos. Sonrió.

- Amelia. - Suspiró en voz alta.

- ¿Estás despierta? - Preguntó  la morena en un susurro.

- No lo sé ¿lo estoy?  No quiero abrir los ojos.

- ¿Por qué?

- No quiero que te vayas.

- No me voy a ir.

- ¿Seguro?

- Estoy aquí, Luisi. - La estrechó entre sus brazos.

- No quiero despertar, no quiero volver a mi vida. Quiero quedarme aquí, contigo, entre tus brazos, con tus rizos en mi frente y tus latidos en mi oído.

Amelia no supo qué contestar, se sentía abrumada por aquella situación, por los deseos de Luisita, por los miedos que se escondía tras esas peticiones. Ella tampoco quería despertar.

-  Pero tengo sueño, Amelia. - Dijo apenada.

- Duérmete, amor.

- No quiero dejar de soñar contigo y que te vayas. - Balbuceó.

- Eso no va a pasar, cuando despiertes seguiré aquí.

- ¿Seguro? ¿Me esperarás?

- Claro, aquí estaré. 

Amelia comenzó acariciarle el cabello como a ella tanto el gustaba y empezó a tararear la canción que le cantó a Nico la noche anterior.

- Podría perderme en tu voz... - Comentó Luisita con decadencia mientras el sueño volvía a conquistarla.

Amelia sonrió.

****

El tiempo volvió a perder relevancia, a dejar de importar, no sabía cuánto tiempo había pasado desde aquella conversación ni las veces que Luisita se había aferrado a ella para asegurarse de que seguía ahí pero se sentía bien, después de horas de esperas, de angustia y de una inmensa incertidumbre Amelia respiraba aliviada, sabiendo que Luisita estaba con ella, que no se había ido.

Segundos antes de abrir los ojos, Luisita estiró la mano con la esperanza de encontrar el cuerpo de Amelia y así fue, sonrió al notar como la morena le agarraba de la mano, se la llevaba a sus labios y dejaba en ella un cálido beso. 

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