Caminó sin rumbo, con la mirada ausente y con la cabeza llena de pensamientos. Pensamientos que sabía que no traían nada bueno, de esos que te enredan y te atan y te amordazan. Así era el efecto Tomás; despertaba en Amelia todas aquella ideas irracionales e intrusivas.
- Natalia ¿puedes quedar? Donde siempre, en media hora. Gracias.
Se sentó en una de las mesas del fondo, pidió una café con leche y esperó a que Natalia apareciese. Acababa de llegar de trabajar y tenía el pelo alborotado y la bluso descolocada.
- ¿Todo bien? - Preguntó nada más sentarse. Amelia negó con la cabeza.
- ¿Has estado con tus padres? - Asintió sin llegar a mantener la mirada más de dos segundos en Natalia.
- ¿Y te has vuelto a bloquear? - Volvió a asentir.
- No pasa nada, Amelia, lo hemos hablado millones de veces, es normal, tienes unas conductas asociadas a tu padre y es muy difícil cambiarlas, hablamos de conductas y emociones que tienes interiorizadas desde pequeña, deja de culparte. La culpa no sirve de nada, solo para mantenernos esclavos a lo que no queremos.
Dio un sorbo a su café y miró al frente pensativa.
- Lo sé, pero de repente me he visto en mi madre. - Cogió aire. - Después de que mi padre se marchara, Luisita se puso a criticar la actitud de mi madre y me di cuenta que también me estaba criticando a mí, que todo lo que mi madre hacía, lo había hecho yo ¿Entiendes?
Natalia afirmó con la cabeza, sabía que las palabras de Luisita no iban hacía Amelia, pero entendía que la morena proyectase sus frustraciones en su madre y por ende en la rubia.
- ¿Como le voy a exigir a mi madre lo que yo misma estoy haciendo? - Reflexionó la morena.
- Amelia, creo que son situaciones diferentes, quizá tú te mantengas callada con tu padre, no te enfrentas a él de manera directa, pero no mientes a costa del dolor de tu madre.
- Ya, Natalia, pero...
- Amelia, tu silencio te hace daño a ti, no a lo demás. - La interrumpió.
- No sé, Nat, la forma en la que hablaba Luisita, como juzgó a mis padres... me sentí mal, me sentí pequeña y con Luisita eso nunca me había pasado. No quiero sentirme pequeña con ella, con Luisita no.
- Pero ¿ella hizo algo o te dijo algo?
- ¡Qué va! Es una santa.
- Entonces, Amelia, tienes que desmontar tus paranoias, comprender que esa sentimiento viene de tu emoción más primitiva que es el miedo y la inseguridad y que estás proyectando en Luisita lo que tus padres te generaban. No hay razones para sentirte pequeña con Luisita cuando ella solo te engrandece más de lo que ya eres.
- Eres demasiado sabía - Respondió Amelia con una sonrisa. Debía reconocer que hablar con Natalia siempre la calmaba, sabía exactamente a qué botones tenía que dar para detener el bucle de pensamientos y emociones.
- Por lo demás... ¿has podido conseguir algo? - Preguntó tímida la pelirroja.
- Nada - Agachó la cabeza avergonzada. - bueno, en verdad, conseguí que mis padres tuvieran el informe de Alba.
- ¿Al final lo hiciste?
- Creía que merecía correr ese riesgo por Marta, pero mi padre llegó como un tornado; destrozandolo todo. Cogió el informe y se marchó, le comenté el trueque pero básicamente se rio en mi cara, Luisita intentó detenerle y algo le dijo en la puerta pero nada, se fue como llegó; con la cabeza bien alta y con la soberbia como tarjeta de presentación.
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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...