Capítulo 25

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Aquella mañana la ciudad parecía haber despertado con mucha más vida de lo habitual, Luisita no paraba de atender a las mesas de la terraza, parecía que todo el mundo se había puesto de acuerdo para ir a desayunar al Asturiano salvo cierta persona. Desde el fin de semana Luisita no había vuelto a saber nada de Amelia, había pasado más de tres días y aunque se moría de ganas por escribirle había preferido dejarle su espacio. Antes de su marcha le dijo que estaría ahí, que la llamase si la necesitaba. No quería ser pesada y mucho menos un estorbo.

- ¡Ya están todos atendidos, abuelo! - Dijo con satisfacción entrando en el bar y sentándose en la barra.

- Toma, te lo has ganado, charrita - Pelayo le sirvió un café que Luisita aceptó de buena gana.

- ¡Vaya día! Y eso que sólo son las 11:30 de la mañana.

- Que dure, que dure, que hemos tenido un invierno muy duro.

- Y tanto... - Respondió mientras dejaba que su mente se perdiese en la plaza de los Frutos.

Observaba el ritmo caótico de la ciudad, la plaza llena de viandantes que caminaban de un lado a otro, los funcionarios tomándose su café de las once y media, los abuelos con los nietos más pequeños paseando y ella ahí; en el bar. Siempre en el bar.

Intentó hacer memoria ¿cuál era su primer recuerdo? Una vez leyó que las personas comienzan a tener recuerdos a partir de los tres años y que a medida que te vas haciendo mayor los recuerdos de la infancia van apareciendo, como si se desempolvara una caja llena de fotografías de antaño que ha estado olvidada en algún rincón de tu memoria. Lo primero que se le vino a la mente fue el bar del pueblo, el primer bar que regentaron sus padres, un bar pequeño y modesto lleno de fotografías del Atlético de Madrid, su padre siempre tan forofo, recordó a su abuelo jugando al dominó con dos señores más que no pudo ponerles cara, ella estaba sentada en una de las mesas y a su lado su hermana María que lloraba a causa de una herida en la rodilla que no paraba de sangrar. Luisita tendría unos cuatros años y María seis, la pequeña de las dos le limpiaba la sangre con mucho cuidado esperando la llegada de su madre.

- Charrita ¿en qué piensas? - La voz de su abuelo la trajo de nuevo a la realidad.

- Estaba pensando en el bar del pueblo.

- No han pasado años ni nada.

- Abuelo ¿Usted se acuerda de lo que yo hacía cuando tenía ocho, nueve años?

- Pues estudiabas, estudiabas mucho, no eras muy buena en los estudios pero eres muy trabajadora.

- ¿Sólo estudiaba? Algo más haría ¿no?

- Ayudabas en casa, te encantaba fregar, pero porque siempre acababas llena de agua. -Respondió divertido.

- ¿Y a qué jugaba?

- Pues pasabas mucho tiempo con tus hermanos.

- Imagino pero ¿qué más? - Luisita comenzaba a impacientarse, no podía ser que toda su infancia girase alrededor de su familia. Debía tener algo que fuera solo suyo ¿no?

- Con tu amiga Lidia jugabais mucho a médicos y enfermeras. Recuerdo que un día te leí un artículo sobre una enfermera que se había ido a Africa, a Sierra Leona creo que era, en aquella época la mitad de África estaba en guerra, y te encantó no sé por qué, te obsesionaste con su historia, si hasta pegaste el artículo en tu habitación.

- ¡Es verdad! - De pronto, Luisita recordó la foto en blanco y negro de la mujer vestida con el informe de enfermera - Asun, se llamaba Asun.

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