Capítulo 39

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El día estaba gris y húmedo, Zaragoza la recibió con las calles mojadas y un viento helador. Era primavera, pero el invierno parecía seguir instalado en los edificios de la ciudad. Bajó del autobús con el corazón en un puño y con el andén de la estación vacío. No esperaba que nadie fuera a darle la bienvenida pero aun así se sentía raro. Sacó la maleta del autobús y se encaminó a casa de sus padres. 

Su madre había insistido en que se quedará allí, había arreglado su habitación, intentó negarse, volver a esa casa era lo que menos le apetecía, pero la necesidad en la voz de su madre pudo con las suyas. 

Escuchó unos tacones corriendo por el arcén, los motores de los coches y el sonido del semáforo del cruce, entre el barullo del tráfico creyó oír su nombre.

- ¡Amelia! ¡Amelia! - Una joven de cabello pelirrojo se acercó corriendo a ella.

- Natalia ¿Qué haces aquí?

- De verdad creías que te iba a dejar sola. Estás boba - Se puso a su lado y caminó junto a ella en cuanto el semáforo se puso en verde.

- ¿Cómo estás? - Le preguntó.

- Estoy que no es poco. - Respondió Amelia.

- Solo son unos días, en cuanto todo acabe podrás volver a Madrid.

- Lo estoy deseando. 

- ¿Y eso?  - Preguntó curiosa. - ¿Luisi ?- Amelia asintió con un brillo especial en los ojos.

- ¿Estáis juntas?

- No, no, bueno, se podría decir que sí o no, no sé, la verdad. Hemos estado prácticamente casi toda la semana juntas, pero juntas en plan que hemos dormido juntas todas las noches.

- Pero Amelia... ¡Qué me estás contando! Esto hay que celebrarlo, en cuanto dejemos la maleta nos vamos de cañas.

- Relaja, que no sé si podré, mi madre ha insistido en que me quede en casa y bueno, creo que quiere hablar conmigo.

- Pues ya era hora. Sabes que adoro a tu madre, pero cómo se ha comportado contigo estos meses, vale que estaba influenciada por tu padre pero...

- Lo sé, no la justifico pero es mi madre.

- Por supuesto, habla con ella, ella te adora y sé de buena mano que te ha echado de menos.

- ¿Y eso cómo lo sabes?

- Porque siempre que me veía, me preguntaba por ti. Estaba preocupada pero contenta de que te hubieses ido, siempre ha sabido que era lo mejor para ti aunque no lo fuera para ella.

Llegaron al portal, Amelia respiró profundo, le sudaban las manos, llamó al interfono.

- ¿Sí? - Era la voz de su madre,  sonaba diferente.

- Soy yo. - Respondió con un hilo de voz.

Antes de entrar miró a Natalia.

- Te esperas a bajo por favor, por si tengo que ir contigo.

- Por supuesto, pero espero dentro que hace un frío del copón.

Entraron el portal, seguía exactamente igual que hacía un año, hasta el olor. Natalia se sentó en las escalera principales y Amelia entró en el ascensor. 

Se quedó varios segundo en la entrada de la casa de sus padres sin lograr mover ni un músculo, puso en práctica una de sus técnicas de relajación, aquel lugar le generaba muchísima ansiedad. La última vez que estuvo ahí sólo fueron gritos y frases hirientes lo que se dijeron. Volver a verles, volver a su casa le hacía revivir sensaciones que no quería. 

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