- Déjame a mí hablar primero - Dijo Amelia saliendo de la entrada de metro.
- A ver, cariño, yo te dejo hablar pero si quieres que entremos a su casa hay que ser más directas, es que tú... - Se calló arrepentida.
- Yo ¿qué?
Tardó varias segundos antes de continuar para seleccionar bien sus palabras.
- Pues que a veces eres demasiado blanda, vas siempre con la empatía por delante creyendo que todo el mundo es una buena persona y no es así, en la vida muchas veces hay que echarle cara.
- Y tú de eso sabes mucho ¿no? - Dijo la morena en tono burlón.
- Ríete pero sabes que tengo razón.
- Tengas o no razón, hablo yo. - Sonó tajante.
- ¡Qué mandona!
- Para que luego digas que soy una blanda. - Le sacó la lengua para después dejarle un beso en los labios.
Cruzaron varias calles hasta llegar finalmente a la casa de Carmen. Seguía manteniendo el mismo aspecto descuidado y abandonado. Llamaron al timbre y como las últimas veces nadie contestó.
- ¿Hará lo mismo con todo el mundo? - Preguntó Luisita curiosa.
- Imagino - Respondió sacando el móvil para llamarla al teléfono, al segundo tono, Carmen con un aspecto desaliñado les abrió la puerta.
- Hola Carmen... - Intentó sonar lo más encantadora posible.
La mujer no respondió, las observó con indiferencia, como si en su jardín no hubiese nadie.
- ¿Se acuerda de mí? Soy Amelia.
- ¿Perdón? -
- Soy Amelia ¿se acuerda? Estuvimos hace unos días - Procuró hacerse oír mejor.
- Me temo que se han equivocado - Soltó la mujer tras mirar a la pareja.
- No me lo puedo creer - Farfulló Luisita incrédula ante la reacción de Carmen.
Amelia le echó una mirada reprobatoria, estaban en una situación delicada y cualquier gesto podría hacer temblar el plan que Amelia tenía en su cabeza.
- Soy la psicóloga de su nieta. - La morena continuó en su misma línea de comprensión y amabilidad.
- ¿Qué nieta?
Luisita bufó, estaba perdiendo la paciencia. Tras el sonido, Amelia agarró la mano de Luisita a modo de control, conocía la impulsividad de la rubia.
- De Marta.
- ¿Marta? No sé quién es. - Admitió con una falsa indiferencia.
- ¡Mire, señora, - Se adelantó a Amelias soltándose la mano y colocándose entre Carmen y ella. - Soy Luisa Gómez, asistente social, estuvimos aquí hace unos días, no hace falta que se haga la tonta, sabemos lo que está pasando. - Se abrió paso a la casa.
- ¡Luisita! - Le reprendió pero la rubia no hizo caso, entró decidida hasta el salón.
- Perdone, señorita, pero no puede entrar así en mi casa. - Se quejó Carmen mientras seguía a Luisita intentando obstaculizar su paso pero la rubia era mucho más rápida.
- Carmen, solo queremos ver que está bien y que no necesita ningún tipo de asistencia. - Se excusó Luisita y le dedicó una de sus mejores sonrisas rozando la hipocresía

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...