Capítulo 113

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Después de media hora donde Natalia y Amelia continuaron con su diatriba sobre Marta, se despidieron en la puerta de la cafetería prometiendo hablar al día siguiente y tomar una decisión mientras esperaban la respuesta de Ascensión, ahora mismo, era su única esperanza.

Amelia  consultó el móvil esperando tener alguna noticia de la rubia; si se verían en el bar o en casa, sin embargo, no tenía nada así que decidió llamarla. Al marcar su número y esperar al primer tono vio que el coche de alquiler estaba aparcado, le extrañó porque antes de irse, la rubia le pidió las llaves para poder ir a la ludoteca a por Ciriaco. ¡Qué raro! pensó. 

Tras varios tonos saltó el buzón de voz, llamó al bar para hablar con Marcelino.

- Hola Marce, soy Amelia.

- ¡Amelia! ¿Cómo estás? 

- Oye, perdona que te moleste.

- Tú nunca molestas, dime. - Respondió jovial.

- ¿Está Luisita con vosotros?

- No ¿no está contigo?  - Dijo extrañado.

- No, se supone que había ido a buscar a Ciriaco.

- Ciriaco está ya aquí, en el bar.

- ¿Cómo que está ahÍ? - No pudo evitar cierta tono de preocupación.

- Me llamaron de la ludoteca que nadie había ido a por él y que iban a cerrar, supuse que a Luisita se le fue el santo al cielo contigo y que por eso no había dio, al final fue mi padre a por él.

- Pero, Marcelino, eso es imposible, hace como media hora que se marchó a por él.

- Entonces ¿dónde está? - Le preguntó nervioso.

- Igual a ido a mi casa, voy a ver y luego te llamo - Improvisó, había notado la preocupación en la voz de Marcelino y lo último que quería era crear una drama innecesario, Luisita estaría bien, en algún lado pero bien.

Volvió a marcar su número pero seguía saltando el buzón de voz "dónde estás". Pensó en ir a casa pero sabía que era absurdo, Luisita no tenía llaves, solo las del coches. Con el teléfono aún en la mano y sin parar de llamarla se acercó al coche y cuando apenas estaba a escasos metros observó una sombra en su interior ¿Luisi?

Se acercó con prudencia y la vio sentada en el asiento del conductor, con la mirada fija hacia delante y las manos en el volante, lo agarraba con firmeza, sus nudillos estaban blancos de la propia fuerza, observó su mirada que parecía perdida a pesar de tener los ojos acuosos. Se mantenía hierática

- Luisi... - La llamó a través del cristal pero no la escuchó.

Golpeó la ventanilla pero Luisita parecía estar en otro mundo.  Dio la vuelta al coche y rezó para que las puertas estuvieran abiertas. ¡Lo estaban! Se sentó en asiento del copiloto.

- Amor... - murmuró.

Luisita pestañeó tras el apelativo, un lágrima rodó por la mejilla, una lágrima que Amelia no tardó en limpiar. Al notar el tacto de la moreno, Luisita se giró para encontrarse con su mirada, seguía con los ojos lloroso, varias lágrimas brotaron de sus ojos.

- No he podido - Soltó Luisita con la voz rota.

Amelia se aproximó a ella y la acogió en sus brazos, por fin, Luisita soltó el volante y se agarró al cuello de Amelia.

- Ya está, cariño, no pasa nada.

- No he podido, Amelia - Sollozó.

Cuando percibió que la respiración de la rubia estaba más calmada, Amelia se separó unos centímetros de ella, le cogió la cara con las manos y la miró a los ojos,  unos ojos llenos de miedo y preocupación.

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