Un espacio de amplias dimensiones se impuso ante una diminuta Amelia, en el centro un móvil que no cesaba de sonar mientras la pantalla se iluminaba siendo la única fuente de luz. Amelia corría desesperada para responder a aquella llamada, pero cuanto más corría más amplio era aquel espacio y cuanto más ganaba en espacio más ganaba en oscuridad. Notó un dolor agudo y punzante en la parte lateral del abdomen, se detuvo, intentó coger aire pero sus pulmones no respondía, notaba una fuerte presión en cada inspiración y una sensación de ardor le invadía en cuanto el oxígeno traspasaba su garganta. Sentía su cuerpo temblar ante el dolor, observó sus manos cubiertas de sangre y un gritó helador salió de sus entrañas.
No llevaba ni media hora dormida cuando percibió la inquietud de la morena, abrió los ojos y la vio jadeando y con un gesto de dolor, respiraba entrecortado y no paraba de moverse hasta que el jadeo se convirtió en un llanto desconsolado.
- Amelia, - intentó despertarla. - Amelia, despierta, estás teniendo una pesadilla.
La morena no despertaba, seguía atrapada en aquella pesadilla.
- Amelia - Le acarició la cara antes de volver a llamarla. - Amelia.
Con la angustia aún en sus labios, Amelia se incorporó de golpe en la cama, asustando a Luisita que no le había quitado el ojo de encima en ningún momento. Se despertó aturdida y muy desorientada, miró a Luisita.
- ¿Luisi? - Murmuró extrañada.
- Sí - Se incorporó colocándose a su altura.
- Perdona, te he despertado ¿verdad?
- Tranquila ¿Por qué no intentas dormirte otra vez?
- No sé si voy a poder. - Amelia estaba agotada.
- Seguro que sí, ven.
Luisita le agarró y la acercó a ella hasta que acabaron tumbadas en la cama. Amelia apoyada en su pecho y Luisita rodeándola entre sus brazos.
- Intenta dormir. - Le susurró.
Hubo una época en la que la noche era su momento favorito del día, era el momento en el que cerraba los ojos y dejaba de pensar, de sentir y el tiempo pasaba y los días transcurrían y ella se quedaba en ese espacio negro que se creaba cuando cerraba los ojos. Era su lugar seguro. Sin embargo, llevaba meses con terrores nocturnos, con pesadillas que le hacían revivir aquella noche una y otra vez, en un bucle infinito que detestaba. La noche se había convertido en sinónimo de ansiedad.
Ahora estaba escondida en los brazos de Luisita con la cabeza en su pecho escuchando su frecuencia cardiaca, era lenta, cálida, se sentía como un susurro. Aún percibía el ardor en su garganta, su pulso acelerado y el sudor recorriendo su espalda.
Centró su atención en aquel sonido.
Pum, pum...
En el ritmo hipnótico del corazón de Luisita.
Pum, pum...
En el movimiento de su pecho.
Pum, pum...
En la sincronización del latido con la respiración.
Pum, pum...
Cerró los ojos y vio los de Luisita.
Pum, pum...
Su sonrisa.
Pum, pum...
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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...