Capítulo 100

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No había abierto los ojos y percibió su presencia ¿era ella? ¿de verdad estaba con ella? Estiró la mano  y rozó su cintura, estaba de espaldas, se acercó, acopló su cuerpo al de ella y le abrazó por la cintura, notó como la morena se acomodaba en ella a la vez que ronroneaba. Sintió como los dedos de ella se hacían hueco entre los suyos. Respiró profundo, dejando que su olor impregnara cada resquicio de su ser. Adoraba tenerla así, en sus brazos, durmiendo tranquila, sin preocupaciones, sin culpa. 

Se aproximó más a ella y le dejó un beso en el homoplato.

- Te quiero. - Musitó rozando su piel.

- Y yo - Contestó en un murmullo apenas perceptible.

La rubia la abrazó con fuerza y volvió a besarla, pero esta vez permitió que su lengua rozara su piel tersa, sintió como el cuerpo de Amelia reaccionaba ante aquel estímulo. La morena bufó y se removió buscando una nueva caricia. Luisita no tardó en darle lo que pedía, entrelazó sus piernas con las de ella y despacio metió su mano por debajo de la camisa de la morena, con el índice recorrió parte de su abdomen hasta llegar al límite de su pecho y la besó detrás de la oreja, como a ella le gustaba. Amelia emitió un sonido de placer, agarró la mano de Luisita y la atrajo más hacia su cuerpo, acortando el poco espacio que había entre ellas, se movió en su sitio para sentir la fricción de sus muslos  y el roce de su piel.

- Amelia... no. - Susurró mientras se distanciaba unos centímetros de ella. 

La piel era débil y más si la tentación era Amelia.

- ¿Qué dices? - Farfulló acercándose más a ella. - ¿Me quieres abrazar, por favor? - Pidió.

- Ya lo hago.

- No... la pierna... - Contestó medio dormida.

Luisita colocó su pierna por encima de ella atrapándola, la morena, con la mano que tenía libre comenzó a acariciar la parte superior del muslo.

- Amelia, para, aquí no, por favor. - Suplicó.

- Aquí no... - repitió. - ¿dónde si no? ¿en el Kilimanjaro?

- ¿Kilimanjaro? ¿Qué dices?  Si es que sigues dormida... ¡Amelia! - La llamó. - ¡Amelia! - Insistió.

Intentó despertarla con caricias y algún que otro beso.

- No quiero despertar. - Musitó. 

- Amelia, que ya es muy tarde, que debemos de haber dormido un montón.

- Si despierto, desapareces. 

- Te prometo que no. ¡Anda, ven! 

La cogió por la cintura y la obligó a girarse para estar una enfrente de la otra. La observó con detenimiento, le incomodaba ver las magulladuras de Amelia, le incomodaba porque le recordaba que estuvo a punto de perderla.

- No quiero. - Contestó con voz infantil.

- Amor, abre lo ojos. - Le pidió con ternura.

- La última vez que abrí los ojos no estabas.

- Pero porque estaba en Barcelona, ahora tú estás aquí, conmigo.

- ¿Y si no los abro?

- Pues no vas a ver el plano detalle de mi cara, que me ha dicho un pajarito que te encanta mi cara.

Amelia sonrió risueña y asintió con la cabeza.

- Me encanta todo tú.

- Pues abre... - No la dejó terminar, Amelia la besó obligándola a ella a cerrar los ojos. Se apartó uno centímetros y apoyó su frente en la de Luisita.

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