Tras más de media hora de ir y venir, finalmente, Luisita terminó de atender a todas las mesas mientras que Amelia se comía la última croqueta del plato.- ¡Ya estoy aquí! - Anunció Luisita.
- Demasiado tarde, ya me las he comido todas. - La morena señaló el plato vacío.
- Pues sí que has pensado en mí. - Se burló la rubia.
- Siempre pienso en ti, otra cosa es que te des cuenta. - Le soltó Amelia dejando sin palabras a Luisita, lo cual era bastante inusual.
- Me vas a decir lo que me tenías que contar o ¿qué? - Recuperó la conversación pendiente de antes.
- A ver, es que igual es una chorrada. - Dudó.
- Seguro que no, venga, cuéntamelo que llevo esperándote una vida.
- ¡Qué exagerada eres! - Le reclamó Luisita con una sonrisa.
- La exagerada de las dos eres tú, ya lo sabes. - Sacó la lengua.
- Como estás hoy ¿no?
- Lo dices para bien ¿no? - Contestó Amelia con un poco de inseguridad.
Los días posteriores a la llamada de Natalia habían sido un horror. Tras meses de ausencia tuvo que hablar no solo con su madre sino también con su padre y aquellas conversaciones no acabaron nada bien. Amelia se pasó, los días restantes, en la cama llorando y sin poder dormir por la ansiedad, volver a ver el sol, volver a ver Luisita era lo más bonito que tenía. Cuando dijo que llevaba esperándola una vida no estaba exagerando.
- Sí, claro, estás como radiante, no sé, me gustas. Me gusta verte así quiero decir. - Rectificó al momento.
- ¿Me lo cuentas o no? - Insistió una vez más.
- A ver, estuve pesando en lo que me dijiste de que yo era mi familia y lo de que lo que hacías a los ocho años es lo que quieres hacer de mayor. - Amelia asintió - e intenté recordar mi infancia o mi adolescencia pero no recordé nada ¿Eso es normal?
- Es más normal de lo que crees. La memoria es muy compleja, no es un proceso lineal en plan me quedo con está información y ya.
- Menos mal porque ya me estaba preocupando. El caso es que le pregunté a mi abuelo, él ha estado toda mi vida conmigo y aunque no lo diga yo sé que soy su ojito derecho. - La morena rio ante tal comentario - Es verdad, no te rías.
- No, no, si no lo dudo. - Respondió - ¿Y qué te dijo?
- Que siempre estaba o bien con mis hermanos o bien ayudando en casa.
- Con tu familia, vamos. - Concluyó Amelia.
- Exacto, pero me dijo algo que yo no me acordaba.
- ¿El qué? - Preguntó expectante.
- Con nueve años, en mi cuarto, tenía pegada en la pared una foto de una enfermera que se había ido a Sierra Leona de voluntariado, recuerdo que para mí era como un referente.
- ¿Y por qué? ¿Qué te atraía de ella?
- No lo sé, creo que me gustaba la idea de ayudar a los demás, de cuidarlos.
- Siempre has sido una cuidadora, tiene sentido. - Luisita la miró desconcertada. - Me refiero que siempre has estado cuidando de tus hermanos, curándoles. Te sale solo, recuerda cuando me corté el dedo, enseguida me curaste y sabías que era mejor el agua y el jabón que el alcohol.

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Kintsugi
RomansaEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...