Era viernes por la tarde, había transcurrido casi una semana desde aquella noche, y Amelia y Luisita no habían tenido el valor de verse. Por orgullo o por miedo ninguna de las dos había llamada a la otra. La relación inevitablemente se estaba enfriando, el distanciamiento y la ausencia de noticias parecían propiciar el final de lo que hubiese entre ellas.
- ¡Qué sí, mamá! Quieres estar tranquila. - Exasperó Luisita por teléfono. - No es la primera vez que me quedó a cargo de los peques. Sí, ya he visto los tappers pero sabes que sé cocinar ¿no? y que tengo la misma mano que papá por mucho que él diga que no. Mamá, vivo con vosotros, me sé las rutinas de Ciriaco y Cata. Eres muy pesada. ¡Anda! Pasadlo bien.
Los padres de Luisita, junto con Manolín y Marisol, habían decidido pasar el fin de semana en el pueblo para desconectar de la gran ciudad. La rubia había preferido quedarse en casa y ayudar a su abuelo en el bar, mientras que los peques al saber que su hermana se quedaba insistieron, por activa y por pasiva, en pasar esos días con ella. Ambos adoraban a Luisita y ella accedió sin problema, de esa forma liberaba a sus padres de esa responsabilidad y podrían disfrutar más de la escapada, siempre y cuando su madre dejase de llamarla cada cinco minutos.
- Mamá, es la tercera vez que me llamas y no hace ni cinco horas que os habéis ido, ¿vas a estar así todo el fin de semana? Porque si es así igual me voy con vosotros al pueblo.
- Perdóname, hija, es que no estoy acostumbrada a irme sin los peques y encima Ciriaco en el momento en el que está.
- Estará bien, no te preocupes.
- ¿Y tú? ¿Vas a pasar todo el fin de semana con tus hermanos?
- Sí, claro, esa es la idea ¿no?
- Pero hoy es viernes, hija, deberías estar con tus amigas tomando algo.
- Bueno, es viernes y estoy en casa, es lo que tiene la madurez.
- Está tu abuelo, apóyate en él también.
- Suficiente tiene con el bar, de verdad, mamá, que todo irá bien, pero deja de llamar, por favor te lo pido.
- Tienes razón, de todos modos, cualquier cosa me llamas. Y escríbeme guasas.
- Sí, te informaré de todo.... Un beso. Adiós.
Luisita suspiró tras colgar el teléfono.
- ¡Qué madre más pesada tenéis! - Soltó a sus hermanos que estaban jugando a la consola en el salón.
- También es tu madre. - Respondió Ciriaco.
- A ver, chicos, id terminando que lleváis jugando ya un buen rato - consultó su reloj - y tanta pantalla no es buena.
- ¿Y qué vamos hacer entonces? - Preguntó Catalina.
- Pues.... podéis pintar, que eso es muy creativo y os viene bien para esas cabecitas que tenéis.
- ¿Podemos pintar algo que no sean flores? - Volvió a preguntar Catalina.
- ¡Claro! - Respondió extrañada. - Podéis pintar lo que queráis.
- Es que Ciriaco sólo pinta flores, es muy pesado, tiene toda la habitación llena de flores y no me deja ni tocarlas.
Ciriaco y Catalina compartían una habitación con una cama nido, un escritorio que ocupada prácticamente toda la pared y algunos póster de películas de Disney, pero desde que Ciriaco comenzó con su nuevo hobby había invadido el cuarto con flores de diferentes tipos, tamaños y colores.

ESTÁS LEYENDO
Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...