Capítulo 107

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Tenía que admitir que estaba nerviosa, saber que en unas horas Luisita estaría en su casa la  inquietaba, quería que todo estuviera perfecto para su reencuentro. Bajó a la floristería que estaba a escasos metros de su casa, compró un ramo de margaritas de varios colores para Luisita y siemprevivas para decorar el salón, aprovechó para coger un folleto de publicidad de comida japonesa, no se atrevía a cocinar, nunca se la había dado bien los temas culinarios, y regresó más nerviosa que antes.

Por su lado, Luisita había discutido con Lola y con María por aquella decisión, para ellas, al igual que para la morena, era una locura pedir el alta voluntaria, debía estar controlada pero justamente eso era lo que Luisita no quería; sentirse controlada, no obstante, por mucho que pensaran que era una impulsiva e imprudente, antes de tomar aquella decisión la rubia habló con Asun que estuvo de guardia aquel día y, negando haberle dicho nada, Asun le dijo que según su informe probablemente le darían el alta a la mañana siguiente. La rubia no necesitó más, habló con su médico, firmó el alta y compró el primer billete a Madrid. 

Acababa de pisar suelo madrileño y estaba nerviosa, tanto como el primer día que fue a casa de Amelia para aprender las técnica de relajación. Parecía que había pasado siglos desde aquel día, sentía que aquella Luisita nada tenía que ver con la de ahora. Todo lo que había vivido en aquellos últimos meses le habían transformado o, mejor dicho, le habían hecho encontrarse de nuevo. 

Amelia miró el reloj nerviosa, se dirigió al cuarto de baño y volvió a retocarse. Para aquella noche se había puesto un vestido amarillo de tirantes anchos que le quedaba por encima de las rodillas, se dejó el pelo suelto y se maquilló las ojeras intentando ocultar las marcas de las últimas noches. 

Tras acabar, consultó el móvil; Luisita estaba a punto de llegar. 

Revisó, por tercera vez, el salón, las guirnaldas que había colocado alrededor y que daban una luz mucho más tenue e íntima que la principal, recolocó los jarrones con las siemprevivas, el mantel y los cubiertos y chequeó que todo estuviese limpio y ordenado.

En ese instante, sonó el timbre de la puerta principal, cogió aire, se retocó el carmín de los labios y se dirigió a la entrada. ¿Cómo era posible que estuviera tan nerviosa? 

Abrió la puerta.

- ¡Mierda! - Soltó ante la sonriente Luisita. "Las margaritas" pensó, se le habían olvidado.

- ¡Vaya! Yo también me alegro de verte. - Contestó la rubia en el marco de la puerta.

- Perdona... - Amelia le echó una mirada de arriba a abajo, se había puesto una falda corta granate con una blusa blanca que dejaba entrever la parte superior del pecho. - Estás preciosa. - Dijo aún con nervios.

- Y tú. - Instintivamente se mordió el labio logrando sacar una sonrisa a la morena en cuanto vio su gesto. - ¿Puedo pasar? 

- ¡Claro! ¡Claro! Perdona - Respondió apurada mientras se apartaba para que Luisita pasará.

- Amelia... - Dijo sorprendida en cuanto vio todo el despliegue que había hecho la morena. - pero... 

- ¿Te gusta?  - Preguntó un tanto insegura. - No sabía si me había pasado.

- Está precioso, me encanta. -  Se giró hacia ella y se miraron, por fin, a los ojos alargando el silencio - ¿te puedo besar? - Preguntó la rubia para sorpresa de Amelia,

- Sí, claro, es que... - Comenzó a reír nerviosa.

- ¿Qué pasa? 

- Es que estoy muy nerviosa, Luisita, siento como si fuera la primera vez y no sé, estoy como que no sé qué hacer, me puede la emoción y estás tan guapa que me parece todo irreal. 

KintsugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora