Capítulo 75

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- ¿Estás bien, Amelia?

La morena asintió con un leve gesto, comenzaba a notar una fuerte presión en el pecho y  un intenso dolor de cabeza que le recorría toda la zona frontal. Respiraba con dificultad y sus visión se veía reducida por las lágrimas que contuvo hasta que el aire rozó su cara. Sus ojos se abrieron y con ellos un llanto desgarrador. Inspiró y espiró varias  veces con la intención de mantener la calma, de tener bajo control todo su sistema límbico, pero aquella marea de emociones le arrastraba por todos los rincones de su mente y ciento de pensamientos se agolpaban en su interior queriendo captar su atención, una lucha de contradicciones, de miedos y  rabia llenaban cada uno de sus huecos. Pensó en Luisita, focalizó  todos sus sentidos en la rubia, en revivir su tacto, el olor a camomila, en el sonido de su risa, sus pupilas dilatadas con cada beso, su lengua saboreando los labios de la rubia y comenzó a respirar en la imagen de Luisita, a suspirar por sus dedos enredados en sus rizos, a anhelar el roce de su piel hasta que el respirar dejó de doler. Recuperó el aliento tras varios minutos, consultó el reloj aún faltaba una hora para que el médico pasara consulta, decidió ir a desayunar fuera del hospital. Necesitaba pensar.

AMELIA [9:01]

Natalia ¿estás despierta? ¿puedes hablar?


A los dos minutos de mandar el mensaje, Amelia recibió la llamada de Natalia.

- ¿Ha pasado algo? - Preguntó alarmada nada más oír la voz de Amelia. - ¿Está Luisita bien?

- Sí, sí, sigue sedada pero ha pasada una buena noche.

- ¡Menos mal! Me habías asustado ¿Has podido verla?

- Sí, he estado con ella un rato.

- ¿Y tú ? ¿Cómo estás?

Tardó en responder.

- No lo sé.  - Fue lo único que pudo contestar.

- Pero... ¿estás bien?

- Sí... creo... no sé...

- ¿Qué ha pasado?

Cogió aire.

- Cuando Luisita tuvo el accidente estaba de camino a Madrid. - Soltó.

- ¿A Madrid? - Contestó extrañada. - Madrid ¿por qué?

- Por mí.

- ¿Cómo? ¿Por tí? Explícate porque no me estoy enterando de nada Amelia.

- A ver... - Hizo una breve pausa. - Cuando pasó todo lo de mi madre, la llamé, sé que no debía, que habíamos quedado en no volver a dar señales para que todo fuese más fácil, pero necesitaba oír su voz. Yo no sabía que volvería.

- ¿Pero llegaste a hablar con ella?

- No, pero vio mi llamada perdida

- ¿Y  te llamó?

- No, se vino directamente, dio por hecho que era por algo de mi madre y se cogió el coche otra vez para volver a Madrid para estar conmigo. - Comenzó a llorar.

- Amelia, ni se te ocurra pensar que ha sido culpa tuya, ha sido un accidente.

- Pero si no la hubiese llamada no hubiese venido...

- O sí, eso no lo sabes. Si no te devolvió la llamada es porque lo tendría ya en mente.

- Tenía que haberla dejado ir... - Confesó entre lágrimas.

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