Sin saludar y con una alegría más que evidente, Luisita entró en el bar con varias bolsas del mercado y una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡No te lo vas a creer!.
- ¿El qué? ¿Qué ha pasado, charrita? - Contestó su abuelo.
- Me acabo de encontrar en el mercado con Marina, ¿se acuerda de Marina? - Pelayo negó con la cabeza - Sí, abuelo, mi mejor amiga del instituto, la que tenía un pendiente en la nariz, que decía que usted era muy quinqui , que iba siempre de negro. ¡Abuelo! ¡la chica con la que me...
- Con la que te emborrachaste que llegaste dando bandazos a casa.
- Esa misma.
- ¿Y cómo está?
- Muy bien, nos hemos dado los teléfonos, que desde que me fui a Barcelona no hemos vuelto a saber nada la una de la otra. ¡Qué alegría, abuelo! Que, por fin, voy a poder salir de fiesta y hacer un poco de vida social que desde que estoy aquí solo voy de casa al bar y del bar a casa.
- La verdad es que sí, te mereces un poco de jarana, charrita, que tu familia te quita mucho tiempo.
- Yo encantada ¿eh?
- ¿Seguro?
- ¡Claro! ¿Por qué lo dice?
- Llevabas muchos año en Barcelona, tenías tu vida ahí y, de pronto, te llamamos y te pedimos que lo dejes todo y que vengas aquí. No ha sido fácil para ti ¿verdad?
- Bueno, tampoco ha sido tan difícil como cree. En Barcelona vida lo es que es vida tampoco tenía mucha, ya sabe que yo soy muy familiar. Bueno, voy a dejar esto en la cocina - señaló las bolsas - que tengo que ir a recoger a Marisol y llevarla a baile ¡Mierda!.
- Ahora ¿qué pasa?
- Que me están llamando por teléfono y no puedo cogerlo, ¡ay! tome, sujete - Luisita le entregó las bolsas.
- ¿Sí? Soy yo. ¿Ciriaco? Pero ¿le ha pasado algo? No, no, claro, ahora mismo voy .- Su abuelo la miró buscando una respuesta. - Era del colegio de Ciriaco, le ha vuelto a dar un ataque de ansiedad y ha pedido que fuera yo a buscarle. - Explicó extrañada.
- ¡Ve! No te preocupes, ya aviso yo a tu madre o a tu padre para que vayan a por Marisol.
-. Vale, vale, gracias abuelo.
Luisita agarró su bolso y se fue corriendo, pero nada más salir del bar percibió el olor a vainilla; era ella. Era Amelia. No lo pensó ni un instante.
- ¿Amelia? - La interceptó antes de que pudiera entrar en "El Asturiano".
- Sí. - Contestó sorprendida.
- Tengo que ir a por Ciriaco al colegio, le ha dado un ataque de ansiedad, otro, no sé por qué pero ha pedido que vaya yo a por él.- Cogió aire. - Tengo miedo, y si le da otro ataque, y si le pasa algo, y si no me quiere decir lo que le pasa - Luisita hablaba de manera atropellada sin atreverse a mirar a los ojos a Amelia. - ¿Me acompañas?
Amelia se quedó desconcertada ante la petición de la rubia, podía haberse imaginado cualquier cosa menos que le pidiera que la acompañara. Casi no habían cruzado ni dos palabras en el tiempo que llevaba Luisita en el barrio ¿cómo iba a acompañarla? ¿estaba loca?
- Claro, claro, te acompaño. - Dijo sin pensar.
Luisita no pudo evitar sonreír. - Muchísimas gracias, de verdad, gracias - Le agarró de la mano y se la llevo prácticamente a arrastras hasta el coche.

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...