Amelia... - Susurró a escasos centímetros de su oído.
La morena mantenía los ojos cerrados mientras se mordía el labio y dejaba que los dedos de Luisita avanzaran por su interior provocando aquel momento de éxtasis y emoción que solo la rubia era capaz de conseguir.
- Mírame... - Le pidió en un fino hilo de voz.
No lo dudó, abrió los ojos permitiendo que su visión se llenara de la belleza más absoluta, contuvo un jadeó mientras sus manos se aferraban a los glúteos de su novia. Sentía que tanto amor iba a acabar con ella. Intentó coger aire mientras mantenía la mirada clavada en los ojos marrones de Luisita que desprendía un brillo capaz de eclipsar a las propias estrella, y entonces sucedió.
Luisita arqueó los labios y dejó entrever aquella sonrisa capaz de quebrar el mundo de Amelia para en un instante volver a construirlo. La morena sintió como su ritmo cardiaco aumentaba pero no era por el orgasmo que se avecinaba, era por aquella sobredosis de belleza. Sintió que se desmayaba, que sus fuerzas se desvanecían y una fuerte emoción de placer, admiración e incredulidad le embargó. No pudo evitar agarrarse con más firmeza al cuerpo de la rubia temiendo desaparecer, como si esas curvas fueran su bote salvavidas y sus ojos se encharcaron desbordando dos ligeras lágrimas que no pasaron inadvertidas para la rubia. Luisita, manteniendo la sonrisa, con los dedos en su interior y sin perder el contacto visual, se acercó a su rostro y le limpió las lágrimas con dos tiernos besos.
Amelia suspiró, podría morir en aquel instante.
La morena acababa de vivir el síndrome de Stendhal en su propia piel con lo más bonito de este mundo; Luisita.
****
Seguían tumbadas en el capó del coche a medio vestir y con la manta tapando parte de sus cuerpos. Abrazadas y con las piernas entrelazadas, Luisita dejaba reposar su cabeza en el pecho de Amelia, le relajaba sentir sus latidos, el vaivén de su respiración calmada, mientras jugaba con unos de sus rizos, en cambio, la morena no dejaba de acariciarla, uniendo las marcas de su cuerpo formando dibujos abstractos en su piel.
- Viviría en este preciso instante. - Susurró en el cuello de Amelia logrando que el aire de sus palabras erizaran su piel.
- Con la sensación... - continuó. - de haberle hecho el amor a la persona que más quiero en el mundo, con tu piel rozando la mía, con tu olor impregnado en cada parte de mi cuerpo, con las estrellas mirándonos y.. - alzó la cabeza para encontrarse con los ojos brillantes de Amelia. - y con esa mirada tuya que me hace temblar y querer rendirme a ti.
- Cuantas cosas tiene un instante. - Musitó Amelia a la vez que la estrechaba con más fuerza entre sus brazos. Volvieron hacer contacto con la mirada para, esta vez, acabar besándose.
Se mantuvieron en silencio varios minutos, exprimiendo cada segundo, saboreando cada sensación que aquella noche les estaba brindando.
- Amelia ¿Tú crees que nosotras estábamos destinadas a estar juntas?
- Si que estás filosófica hoy. - Respondió la morena con una breve risa. - No lo sé, a mi me gusta pensar que estamos juntas porque queremos no porque una fuerza inexplicable lo ha determinado. Me gusta pensar que nuestra voluntad por querernos y estar juntas es más fuerte que eso que llaman destino. El destino es algo inamovible y la vida es de todo menos inamovible.
- Me sorprende que tengas tan claro tus sistemas de creencias. - Respondió la rubia ante la respuesta de su novia.
Una respuesta que le había encantado porque aunque el amor era inevitable, el querer vivir ese amor y cómo vivirlo era una elección de cada una y ellas habían elegido vivirlo con todo lo que eso implicaba.

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...