Capitulo 13

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El nudo en el pecho se intensificó. No iba a poder contenerlo. No mucho más tiempo y mirarla a ella no era la solución, al contrario, le recordaba lo que nunca iba a poder tener, lo que nunca le iba a poder dar. Su visión comenzó a empañarse, notó las lágrimas precipitarse al borde de sus ojos, notó sus respiración agitada. Tenía que salir de ahí.

Luisita vio cómo Amelia huía hacia al baño. Dudó ¿debía ir? Se había percatado de como lo que fuese que vio en el móvil le había afectado más de la cuenta. Percibió la tristeza en su rostro, la contención en sus ojos. Quizá no era de su incumbencia, quizá debía dejarla sola pero no podía.

Se excusó con Marina y se fue al baño, revisó cubículo a cubículo hasta que encontró las piernas inconfundibles de Amelia.

- ¿Amelia? - Dijo en un hilo de voz. No recibió respuesta.

Llamó a la puerta con delicadeza.

- Sé que estás ahí. ¿Me abres? Por favor. - Suplicó.

Pasaron unos segundos hasta que escuchó el sonido del pestillo y la puerta se entreabrió dejando paso a la rubia.

Amelia estaba sentada en la taza del váter con los ojos rojos y restos de maquillaje por el rostro. Se miraron;  Amelia con una mirada de súplica y Luisita con la preocupación saliendo por sus ojos. Se puso a su altura.

- Hasta así estás guapa .- Comentó arreglándole el maquillaje.

- Perdona. - Murmuró conteniendo las últimas lágrimas.

- No te contengas, Amelia. - Y la abrazó.

La abrazó tan fuerte como supo. 

Sintió como Amelia se aferraba a ella, a sus brazos, como dejaba caer su cuerpo agotado para que Luisita se convirtiese en su soporte aunque sólo fuese unos segundos. Sintió el pecho de Amelia subir y bajar a causa del llanto, la humedad de sus ojos en su cuello, los labios entre abiertos rozando  su hombro desnudo. 

La siguió abrazando con ganas, con miedo, sin querer soltarla.

- Amelia. - Susurró. 

La morena se detuvo en su respiración, se separó unos centímetros  y alzó la mirada.

- Luisita, yo... - No pudo terminar la frase. 

Los labios de Luisita hicieron contacto con los suyos interrumpiendo sus disculpas. El beso solo duró unos segundos, los suficientes para despertar en ellas todas esas ganas que habían estado ocultando desde el primer día que se vieron.

Luisita se separó casi de forma imperceptible, con miedo a romper aquel momento, con miedo  de haber errado, pero el beso de vuelta de Amelia le confirmó todo lo contrario. La morena agarró la cara de Luisita y la besó. Fue un beso cálido, suave, después de ese, vino otro y  luego, otro, y otro, y otro y otro, hasta que finalmente se desató el deseo contenido. Amelia se incorporó  y con un solo movimiento llevó a la rubia contra la pared sin apartar sus labios de los de ella. 

Se besaban con desesperación, con esa voracidad de quien desea y teme perder, sus manos recorrían sus cuerpos con urgencia.  Amelia colocó su pierna izquierda entre las piernas de la rubia quien no dudó en abrirlas para facilitarle el camino, aprovechó ese impás para coger aire y besar el cuello de la morena que no pudo evitar soltar un gemido.

- Luisita - Intentó llamarla, pero la rubia seguía perdida en su cuello, saboreando aquella parte de su cuerpo. Agarró la cadera de la morena y la trajo hacia ella, quería sentirla, quería su pierna rozando su sexo, los brazos desnudos alrededor de su cuerpo, su cabello entre sus dedos. Necesitaba más de Amelia. Mucho más. Y Amelia estaba dispuesta a dárselo.

La morena volvió a los labios de la rubia, los besó con ímpetu, con ganas, mordió su labio inferior para después introducir la punta de la lengua. Luisita quiso más pero Amelia la detuvo, se quedó a escasos milímetros de su boca, sentía su aliento, el calor de sus labios.  Con la punta de la lengua, lamió el labio de Luisita quien contuvo la respiración, sentía como le flaqueaban las piernas. La tensión que estaba generando Amelia en ese momento le hacía perder la cordura y lo que no era la cordura. En respuesta, Luisita agarró los glúteos de Amelia con fuerza y los llevó hacia ella haciendo que todo el cuerpo de la psicóloga se inclinara sobre el suyo.  Amelia sonrió, sin llegar a apartar la pierna de entre sus muslos, metió la mano y sintió la humedad de Luisita. El roce provocó un gemido que animó a que sus cuerpos  se aproximasen más aún. Apartó la tela y dejó que sus dedos se enterrasen en el sexo de Luisita a la par que jugaba con la lengua en el interior de su boca. La rubia apenas podía mantenerse en pie, aquella explosión de emociones le hacía tambalearse. Se aferró al cuerpo de Amelia y con una de sus mano comenzó a descender, quería estar en igualdad de condiciones, no podía permitir que solo ella perdiera el sentido. Introdujo sus dedos entre las piernas de la morena, dejando que la humedad de ella se vertiera en su piel, acarició su centro provocando en Amelia un gemido que intentó ahogar en un beso. En ese instante su cuerpo se estremeció, aumentó el ritmo de su respiración y con ella el de su mano que no tardó en sincronizarse con la de Luisita.

 Ambas estaban al borde del éxtasis,  a punto de alcanzar el clímax del momento, de la noche,  notaban sus cuerpos contraerse, sus manos recorriendo cada zona de su piel, la falta de aire, el calor exacerbado, los latidos apresurados. Se sentían desbocadas, a punto de alcanzar el orgasmo, un orgasmo inesperado pero ansiado. Se miraron a los ojos y comprendieron que era el momento. No necesitaban más. Amelia aceleró un poco más seguida de Luisita quien imitó su ritmo para acabar las dos con último gemido acallado por un último beso. 

Respiraron agitadas, con el pecho aún alterado y sujetándose la una a la otra. Luisita suspiró y clavó sus ojos en los de la morena que le devolvió la mirada, una mirada que comenzó a empañarse, sin haberlo previsto y sin poder contenerlo rompió a llorar ante una atenta Luisita que no comprendía nada. 

Le limpió las lágrimas y la abrazó como justo antes acababa de hacer. La abrazó fuerte, sin miedo. Y Amelia se dejó abrazar, con miedo por todo lo que acaba de pasar, por haber cruzado esa línea, por volver a convertir las noches estrelladas en noches de lluvia.

- Luisita, yo... - Apenas le salían las palabras - ...lo siento. - Se apartó de ella y se marchó dejando a una Luisita totalmente desarmada. 

A los pocos minutos entró Marina.

- ¿Qué ha pasado? - miró a Luisita quien seguía paralizada dentro del baño sin saber muy bien cómo reaccionar.

- Luisita ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? He visto a Amelia llorando, me ha dicho que se iba y que te dijera que lo sentía. 

Hubo una pausa de desconcierto hasta que la rubia pudo articular palabra.

- No tengo ni idea Marina, ni idea.

- ¿Cómo que ni idea? ¿Algo habrá pasado? Habéis estado en el baño como mil horas. - De pronto se percató del vestido descolocado de su amiga y de sus labios sin carmín.

- No, no, no puede ser ¿Amelia y tú? ¿En el baño?

- ¿Me puedo quedar en tu casa? Solo esta noche.  

Comprendió que algo no había ido bien en cuanto le hizo tal petición - Por puesto, Luisita, las noches que haga falta. - Se acercó a ella, le colocó el vestido y se la llevó del baño. - Ahora nos vamos a casa y me cuentas ¿vale?

- Por favor. 



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Mil gracias a todes por vuestros comentarios y vuestras estrellitas. Me motivan mucho a seguir escribiendo :D

Esta es la primera vez que escribo algo de este tipo así que espero haber estado a la altura jejeje.

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