- Aquí tienes - Marina le entregó una tila.
Luisita dio un sorbo a la taza - Gracias. - Miró el móvil que se encontraba encima de la mesa.
- No te ha escrito ¿no? - La rubia negó con la cabeza.
- Igual debería escribirle yo . - Miró a su amiga.
- No sé, es que tampoco sé que es lo que ha pasado exactamente. ¿Os peleasteis después? - Volvió a negar con la cabeza.
- Justo después de... ya sabes, se echó a llorar.
- ¿Justo, justo?
- Sí, fue terminar, mirarnos a los ojos y comenzar a llorar, yo la abracé y ya.
- Pero ¿antes había pasado algo? Porque tan mal no fue ¿no?
- ¡Para nada! Fue bastante bien, a ver fue muy rápido, sabes que yo no tenía ningún tipo de expectativas.
- Pero sí muchas ganas. - Le interrumpió sonriendo.
- Bueno, eso sí - continuó con una sonrisa - y por lo visto, ella también porque me devolvió el beso, Marina, me devolvió el beso y fue ella quien me empotró contra la pared.
- ¿Te empotró contra la pared?
- Me empotró y me metió la mano en...
- ¡Calla! No quiero detalles.
- ¿Te vas a escandalizar ahora? ¿En serio?
- No es por eso, pero delante de los pobres no se come - Ambas rieron pudiendo, por fin, distender el ambiente. Desde que llegaron, Luisita había estado preocupada por Amelia y por haber metido la pata con ella.
- Cuéntame desde el principio porque lo último que recuerdo es que te fuiste con ella a tomar un tequila.
- Cuando estábamos bailando, ella se fue a la barra - Marina asintió - y algo debió de ver en el móvil que se le cambió la cara, entonces fui para intentar animarla.
- Y fue lo del chupito.
- Eso es. Y luego se fue al baño.
- Y fuiste a por ella.
- Sí, y me la encontré en el baño llorando y entonces le abrace y la besé.
- O sea que empezaste tú.
- Sí y no, a ver yo la besé, pero porque la vi ahí, sentada en la taza del váter, con esos ojitos rojos brillando por las lágrimas y haciendo pucheros que no pude evitarlo, es que sólo quería abrazarla y cuidarla.
- Claro y cuidarla significa follártela en el baño, interesante tu concepto de cuidar.
- Te quieres callar, que no fue así, que no íbamos a follar, que yo sólo le di un beso, que no hubo ni lengua, pero entonces ella me devolvió el beso y te juro, que no sé qué paso, que no pude frenarme, es que sólo quería estar con ella, besarla, tocarla. Perdí el control.
- Y ella ¿no? Por lo que cuentas.
- Uf, tenías que haberla visto, los ojos dilatados llenos de deseos. ¡Madre mía! Es que sólo de pensarlo ya...
- Pues deja de pensar y de imaginar. El caso es que se ha ido llorando y no tenemos ni idea de por qué.
- Ni idea - dijo alicaída. - ¿Qué hago? Tampoco quiero hacerla sentir mal o igual es que se arrepiente. Seguro que se arrepiente y por eso se fue así, sin más. ¡Ay! Marina que Amelia me gustaba de verdad.
- Pero no decías que sólo era un "inicio".
- Y lo es, pero pensé que podríamos ser amigas, que ella se lleva muy bien con mi familia, que Ciriaco le adora. La he cagado pero bien. No va a querer saber nada de mi familia ni de mí.
- Tranquilízate, Luisita, igual... - Se quedó unos segundos pensando.
- Igual ¿Qué? Si es que ni tú sabes que excusa inventarte.
- Algo tiene que haber sucedido.
- ¿Le escribo y le pregunto? - Hizo una pausa - No, mejor que me escriba ella, que yo no quiero molestarla más aún.
- Estamos entrando en bucle, yo creo que lo mejor es que nos durmamos y ya mañana pensamos y vemos que puedes hacer ¿te parece?
Luisita asintió. Tomar decisiones en ese estado no era lo mejor, tenía que descansar, dejar que los efectos del alcohol se pasaran e intentar razonar. Lo que acababa de pasar no tenía por qué ser malo. Se había liado con Amelia, algo que siempre había querido, y había ido bien, fue todo carnal, muy pasional pero fue bien. Era el "después" lo que le preocupaba, la reacción de Amelia, esos ojos llenos de lágrimas y su huída.
Marina le entregó un pijama - Tendrás que dormir conmigo, aún no tengo cama en la habitación de invitados. - Se encogió de hombros.
- No hay problema. ¿El baño? - Marina le indicó la puerta de al lado de la cocina. Al levantarse del sofá notó el cansancio de golpe, había sido un día largo. Entró en el aseo para cambiarse y limpiarse los restos de aquella noche. Una parte de ella no quería borrar ese noche, quería retener a esa Amelia que le había devorado, retener la sensación de su mano en su entrepierna, sus dedos enroscados en sus rizos, su lengua rozando sus labios. No quería olvidar todas aquella sensaciones.
Miró el móvil por última vez, se metió en el whatsapp de Amelia, no estaba en linea, quizá debería darle tiempo, que fuera la morena quien diera el primer paso, fue ella quien se fue ¿no? Es lo suyo que sea ella quien escriba primero o quizá no, si estaba mal, si le había pasado algo igual debía preguntar ella, demostrarle que estaba todo bien entre ellas a pesar de lo ocurrido. ¿Y si no había sido tan bueno como ella creía? Bloqueó el móvil y se fue al cuarto con Marina.
****
Estaba sentada en el sofá a oscuras ni si quiera se había quitado los tacones. Parecía que estaba más tranquila, al menos, había dejado de llorar, pero su cabeza seguía llena de pensamientos. Había dejado tirada a Luisita. A Luisita. No podía dejar de recriminárselo. Ahora la rubia no querría saber nada de ella y no la podía culpar. Después de lo sucedido en el baño, Amelia se fue aterrada, aterrada porque al mirar sus ojos vio su rostro. Solo había pasado un año y seguía viendo esos ojos en los demás, seguía soñando con ella.
¿Y ahora qué? Pensaba, había arruinado muchas noches pero esta vez todo parecía diferente, esta vez había arruinado el inicio de una segunda oportunidad. Por primera vez desde que llegó a Madrid sintió que podía encajar, que Luisita era esas personas luz que poco a poco van alumbrándote el camino, de esas que consiguen crear destellos en los momentos más oscuros, pensó que quizá su vida dejaría de ser el transcurrir de los días.
Miró su móvil, lo había apagado nada más salir del club quería desaparecer. Lo encendió, marcó el código de desbloqueo y el pin y observó la pantalla; ninguna notificación. No se sorprendió. Debía admitir que le apenaba ver que nadie se acordase de ella. Le apenaba pensar que el número de notificaciones en el móvil se había convertido en la nueva medida del amor, parecía que si nadie te escribía es que nadie te quería. Odiaba esa relación que la sociedad había establecido entre el amor y las notificaciones alimentando así la dependencia en las relaciones y en la tecnología, pero más odiaba sentir que era verdad.
Entró en el chat de Luisita, quizá tenía que escribirle y pedirle perdón, disculparse por haberse ido, explicarle que ella no es así, que no se va a la primera de cambio, que se asustó, que el pasado regresó en el momento menos indicado, que no se arrepentía de lo que había sucedido. O quizá sí, quizá nunca debió besar a Luisita, quizá nunca debió verla como algo más que una amiga, quizá se estaba auto-boicoteando, quizá bebió demasiado para olvidar, quizá el olvido destrozó su futuro.
Apagó, de nuevo, el móvil y se dejó caer en el sofá.

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...