Un leve rayo de luz incidió sobre sus ojos provocando un gesto de molestia, Amelia se removió en la cama. Miró el despertador las 11:11, "pide un deseo" . No sabía qué pedir, hacía tiempo que se había quedado sin sueños, sin deseos. Volvió a cerrar los ojos y su imagen invadió sus pensamientos, se aferró a ella unos instantes, recordó su voz, su sonrisa y abrió, de nuevo, los ojos. Todos los días sucedía lo mismo. Cada mañana al despertar veía su rostro. Sabía que nunca podría borrar esas facciones de su memoria. Tampoco quería.
Regresó la mirada al el despertador; las 12:11. Esa semana Amelia se había propuesto madrugar, ir al gimnasio y desayunar en "El Asturiano". Intentar aprovechar la mañana pero, una vez más, no lo consiguió y la sensación de culpabilidad le recorrió el cuerpo, la resignación se materializó en un suspiro y regresó a la oscuridad del edredón.
El sonido del móvil le sacó de su letargo, Natalia le había escrito para comprobar si Amelia había leído el informe a lo que le respondió que no había tenido tiempo, se le había complicado la semana. Esa mentira agravó su sentimiento de culpa. Odiaba tener que mentir, pero estaba cansada de tener que dar explicaciones, de sentir que tenía que justificar cada acción, cada pensamiento, cada sensación. No quería juicios. No quería juzgarse.
Vio la hora en el móvil: 13:20, quizá ya era el momento de levantarse, de intentar ser persona. Sin muchas ganas, Amelia se duchó, se vistió y bajó al "Asturiano". Ahora mismo a las únicas personas que podía soportar era a los Gómez.
- ¡Buenos días Amelia! Dichosos los ojos que te ven. - Saludó con alegría Manolita.
- ¡Buenos días Manolita!
- A estas horas vienes a comer ¿no?
- ¡Cómo lo sabes! He tenido una mañana complicada y no he tenido tiempo ni para ir a comprar. - Una nueva mentira. Una nueva justificación.
- Hoy tenemos lentejas ¿te sirvo un plato?
- Yo te iba a pedir - dijo con timidez - unas croquetas.
- ¡Eso esta hecho! Además creo que Marce acaba de hacerlas así que estarán calentitas.
- Muchas gracias Manolita. - Contestó Amelia mientras se acomodaba en unas de las mesas.
Al rato apareció Marcelino con un plato de croquetas, una cesta de pan y una caña.
- Para la más guapa del barrio. - Le colocó el pedido en la mesa.
- Muchas gracias ¿qué tal estáis? - Preguntó con cierto interés.
Marcelino dudó, pero, finalmente y con la aprobación de la morena, se sentó a su lado.
- Bien, hoy bien.
-¿ Ya va mejor Ciriaco?
- No, Ciriaco sigue igual, no avanza, pero mañana viene nuestra hija Luisita.
- ¡Ah! Eso explica porque Manolita está tan contenta.
- Sí, se fue a Barcelona, hace varios años, con su tía Clara para echarle una mano en el negocio... ya va siendo hora de que vuelva.
- ¿Se lo habéis pedido vosotros?
- Sí - Contestó un poco avergonzado - Casi no damos a basto con el bar y con los niños. Creemos que puede ayudar a Ciriaco, siempre se le han dado bien los niños y Ciriaco adora a su hermana.
- Pues seguro que sí, ya veréis que todo irá bien. - Aunque odiaba esa frase con toda su alma sabía que a veces era necesario decirla. Que hay momentos en el que las personas necesitan escucharla para sentirse reconfortadas y poder reafirmar sus propias decisiones.

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...