Capítulo 46

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Manolita entró como un huracán cargada de bolsas. En cuanto la vio, Luisita salió de la barra y la ayudó con la compra.

- Gracias, hija ¿qué tal ha ido la mañana?

- Bien, lo de siempre. Me ha llamado Lola.

- ¿Y qué quería?

- Nada, que operan a Nico.

- ¡Ay! Mi niño, tan pequeño y ya con operaciones. ¿Cuándo te vas?

- ¿A Barcelona?  - Preguntó extrañada.

- Conociendo como es tu hermana no querrá darse de baja en el trabajo y necesitará ayuda.

- Pero vosotros me necesitáis aquí ¿no? Además creo que quiere que vaya María.

- ¿María? María no podrá, entre las ferias artesanales y Nacho, no tendrá tiempo. Ve tú.

- ¿Y vosotros? - Insistió.

-Ya has visto como está Ciriaco, cada vez está mejor.

- Ya, bueno, pero no es sólo Ciriaco, es el bar, Marisol, Manolin, Cata...

- Entre tu padre y tu abuelo nos apañamos. Y a malas tenemos a Amelia.

- ¿Cómo? - Aquello sí que no se lo esperaba.

- Sé que habéis hecho muy buenas migas y ella siempre nos ha ayudado, si pasa algo con Ciriaco nos puede ayudar, así que vete a Barcelona sin problema, no te preocupes. -Manolita acarició la mejilla de su hija  y se fue a la cocina a preparar el cumpleaños.

Luisita no supo qué hacer o qué decir, en cuestión de minutos su madre le estaba enviando a Barcelona sin consultárselo, sin tener en cuenta lo que ella quería o necesitaba. 

- Por cierto, Luisita - se escuchó de fondo la voz de Manolita. - ¿Puedes ir tú a la tutoría mañana?

- Claro - Respondió.

- Gracias, hija, eres un sol.

Luisita sonrió ante ese último comentario, se apoyó en una de las cámaras del bar y se quedó pensativa unos segundos mirando el ventanal. Necesitaba poner en orden todas aquellas emociones y pensamientos que estaban invadiendo su mente.

- ¡Vaya carita! ¿En qué estás pensando? - Aquellas palabras consiguieron traerla de vuelta y no solo eso, en cuanto vio quién estaba en la puerta del bar, se le dibujó una sonrisa.

- Amelia ¿qué haces aquí? - Contestó jovial. 

Todas las preocupaciones que, hacía menos de un minutos, le rondaban en la cabeza desaparecieron. Amelia provocaba ese efecto en ella, lograba que la vida pesara menos.

- He salido a dar una vuelta para que me diera el aire y bueno, siempre vengo aquí y sabiendo que estabas tú pues es un aliciente más para tomarme un café. - Sonrío.

No podía apartar la vista de los labios de la morena, aquella sonrisa, esa forma que tenía de mirarla, de hacerle sentir que no había nadie más en el bar, solo ellas dos. Quería besarla. Salió de detrás de la barra para darle ese beso que tanto deseaba, sin embargo, se acordó que su madre y su abuelo estaban dentro y que estaban en el bar. Casi siempre que se habían besado había sido en la intimidad, quizá darle un beso en público implicaba más de lo que estaban dispuestas a dar. Reculó y en su lugar le dio un abrazo que Amelia no dudó en corresponder a pesar de que se moría por besarla.

-  Entonces te pongo un... - No la dejó terminar.

- Me pones mucho, sí.

Luisita la miró sorprendida y con una sonrisa entre tímida y pícara, no se esperaba ese comentario y no iba a negar que le había encantado.

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