Capítulo 138

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Amelia salió del hospital sin mirar atrás, dispuesta a hacer lo que Luisita le había pedido aunque no quisiera. 

Aunque no lo entendiese.  

Anduvo sin rumbo, dejando que sus pies guiaran su camino. Desconocía la ciudad pero le daba igual, todo le daba igual porque todo dejó de doler en el momento en el que Luisita le dijo que no quería estar con ella. La ansiedad, el miedo y ese nudo en el pecho que apretaba y apretaba desaparecieron. Ahora no sentía nada. 

Absolutamente nada. 

Se había anestesiado, había alcanzado aquel punto en el que nada existe, nada perturba, nada remueve.

Amelia volvía a ser la Amelia sin Luisita. Esa Amelia que caía derrotada cada noche sin querer despertar al día siguiente. Todo se había vuelto gris. Gris oscuro.

****

Luisita contuvo el aliento hasta que vio marchar a Amelia. Contuvo el aliento porque si abría la boca acabaría pidiéndole que no se fuera. Bajó la mirada a Nico, al pequeño que seguía dormido en sus brazos, vio como una lágrima caía en su cabello y después otra y otra y otra. 

No pararon de caer en toda la noche. 

Lloró por las ausencias, por ese agujero negro que ella misma se había provocado. Lo que había hecho aquella noche; dejar queriendo fue, sin duda, lo más difícil y doloroso de su vida pero debía hacerlo, debían alejarse para que que cada una pudiera transitar sus penas, para que cada una pensara en ella misma y no en la otra. 

Se rindió al agotamiento de los últimos días, cerró los ojos y quiso quedarse ahí; sosteniendo a Nico y con la sonrisa de Amelia en su imaginario. No quería salir de aquel instante, quería mantener en su mente todo lo bonito que le había dado la vida aunque ahora se lo quisiera arrebatar.

La vida es así de impredecible, lo que un día te da, al día siguiente te lo quita, por eso el futuro no existe mientras haya un presente, por eso el aquí y ahora es la forma de mantenernos despiertos, de disfrutar los instantes y no regodearnos en la memoria de quienes éramos o de quién quisimos ser. Somos lo que hay en ese momento, en esa situación con esa gente que está ahí. Cuando el momento se va, nosotros nos vamos con él. Nada es eterno y todo es voluble. La vida gira, cambia, mueve, rompe, aprieta, mata. La vida es esa montaña rusa que te hace gritar de pánico, pero a la vez te inyecta ese chute de energía que te recuerda que tu corazón sigue latiendo aunque no lo escuches. 

Esa noche Luista soñó con Amelia, con sus rizos haciéndole cosquillas, con sus besos recorriendo su piel. Esa noche soñó sin querer despertar.

****

Sus pies la llevaron al sitio más inesperado, pero a la par el único sitio donde podía estar: el mar.  Amelia acabó en la playa de la Barceloneta, caminado al ras del agua, recordando, inevitablemente, su viaje a Cádiz con Luisita. Suspiro de amor, de un amor convertido en cenizas y entonces la vio, vio una silueta muy familiar, su corazón se detuvo. "no puede ser". Dudó en si ir o no, era imposible que estuviera ahí, en el mismo sitio, en el mismo tiempo, no podía ser ella. 

A medida que sus pasos se acercaban a la mujer su corazón parecía querer salir de su pecho, no sabía qué decir o qué hacer pero no podía dejar pasar esa oportunidad, no ahora, no cuando el destino parecía haberlas querido juntar.

- ¿Luisita? - Murmuró con miedo y expectante. - ¿Lola? 

La decepción que sintió fue indescriptible, se sintió absurda por pensar que el universo estaría de su lado.

- Amelia ¿Qué haces aquí? -  Parecía tranquila.

- Eso mismo me pregunto yo. ¿No deberías estar en el hospital? - Fue a hacer daño y lo sabía.  

KintsugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora