- ¿Puedes parar?
- ¿Por?
- Es urgente.
- ¿Te haces caca?
- No, necesito besarte.
- Pero Amelia, no puedo estar parando cada dos por tres porque me quieras besar. - Comentó divertida.
- No es que quiera es que es una necesidad.
- Es que así no vamos a llegar nunca a Vejer.
- Igual es que no quiero que lleguemos. Igual quiero vivir en un coche recorriendo las carreteras y parando cada cinco minutos para besarte.
- Tendríamos que parar para comer en algún momento.
- Se pararía también para comer y para besarte. No veo que sea algo imposible. Para el coche, por favor. - Suplicó.
- Pero Amelia...
- No vamos a volver a estar juntas, Luisita.
Aquello dolió. La verdad siempre dolía.
Luisita paró el coche en cuanto pudo en un camino sin asfaltar y miró a Amelia con un gesto reprobatorio.
- No te enfades. - Le puso ojitos y se acercó a ella.
- Amelia es que... no me lo estás poniendo fácil. - Comentó apenada.
- Fácil ¿en qué sentido?
- En lo de irme a Barcelona. No paras de decir que es nuestro último día.
- Es que lo es. Tú te vas.
- Ya, yo me voy pero... - No se atrevió a continuar la frase.
Amelia sabía lo que iba a decir, quería que ella se fuera a Barcelona. Por Luisita sería capaz de irse hasta Madagascar si hiciese falta pero por ella, no por su familia y no porque no adorase a Los Gómez sino porque la decisión de irse a Barcelona no hacía feliz a Luisita y no quería participar en esa dinámica y mucho menos quería que la felicidad de Luisita dependiera de ella. No era justo ni para Luisita ni para ella.
- Ponlo en marcha. - Dijo la morena regresando a su asiento.
- ¿No me vas a besar?
- ¿Quieres que te bese?
- Por eso he parado el coche ¿no? - La miró con esa carita que tanto adoraba Amelia, con los ojos grandes y la pupilas dilatadas, con la sonrisa amplia y mordiéndose el labio inferior. Era imposible no besarla.
Y así hizo, se incorporó del asiento y con las manos en sus mejillas le dio un pequeño beso para después perfilar sus labios con la punta de la lengua. Luisita adoraba que hiciese eso, cada vez que notaba la humedad de la lengua de Amelia en sus labios sentía como todo su interior temblaba y como el corazón se encogía. Le volvía loca la manera que tenía Amelia de capturar sus labios, de devorarlos y acariciarlos todo a la vez.
- Una vez me dijiste que te podías correr solo con besarme, pues ya te digo yo que yo me podría correr solo con tus besos. - Confesó en los labios de la morena que sonrío de forma pícara.
- Deberíamos comprobarlo.
Amelia se quitó el cinturón de seguridad y se sentó encima de Luisita.
- ¿Qué haces?
- Comprobar si es verdad lo que me has dicho.
Sujetó las manos de Luisita y las colocó a los lados.

ESTÁS LEYENDO
Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...