Volvió a no dormir.
Volvió a esos sueños de oscuridad y dolor, a tener miedo, a notar las ausencias.
Volvió Alex.
Volvió Luisita.
Un minuto antes de que sonara el despertador Amelia lo desactivó. Eran las 8.00 de la mañana y casi no había podido descansar, alrededor de las tres se despertó sobresaltada y no pudo volver a conciliar el sueño. Echó de menos los abrazos de Luisita y el calor que desprendía, en cuestión de días se había acostumbrado a ella, se había convertido en aquel lugar donde estar.
Con la ausencia de Luisita el día volvió a pesar aun así se obligó a bajar al Asturiano a desayunar, pensó que quizá no era una buena idea regresar ahí, pero el Asturiano era su sitio favorito de Madrid mucho antes de conocer a Luisita, no quería que dejara de serlo, no quería perder el contacto con los Gómez y con Ciriaco.
Obviamente ese pensamiento era una auto justificación para no admitir que no quería dejar ir a Luisita, no ahora.
El día se había despertado triste, una nubes negras y cargadas conquistaron el cielo de Madrid anunciando una gran tormenta y en el aire se pudo notar la electricidad y el aire pesado. La gente caminaba cabizbaja y rápido, con ganas de salir de aquella atmósfera, mientras que Amelia caminaba ausente, con sus pensamientos en mil historias. A pocos metros del Asturiano vio como Pelayo cerraba el bar y colocaba una nota en la verja metálica, antes de que se fuera la morena se acercó a él.
- ¡Pelayo! - Le llamó.
- ¡Amelia, charrita! - Respondió con un hilo de voz, mostraba un rostro más cansado de la habitual.
- ¿Está cerrando?
- Eso me temo. - Respondió apenado.
- Pero ¿qué ha pasado?
- ¿No te has enterado?
- ¿De qué? - Preguntó extrañada.
- Bueno, tiene sentido...
- ¿Tiene sentido el qué? - Comenzó a impacientarse.
- Luisita
- ¿Luisita? ¿Qué le ha pasado a Luisita? - Sintió como todo su cuerpo se contraía.
- Ha tenido un accidente. - Logró decir con dificultad.
-¿Un accidente? ¿Cuándo? ¿Cómo? - Apenas podía creer lo que acababa de escuchar.
Su Luisi.
- Ayer... - Hizo una pausa para poder coger aire y continuar. - ...se salió de la carretera y se estrelló contra un muro. - Apenas era capaz de pronunciar aquellas palabras.
Su nieta.
- ¿Qué? ¿Dónde está? ¿Está bien?
Pelayo negó con la cabeza. Amelia sintió que todo se paraba.
- Está en la UCI.
- ¿Dónde?
- En Barcelona, Marcelino y Manolita se han ido está mañana para allá, no sabemos más, María también está de camino.
- Claro, claro, tenéis que estar ahí. - Respondió ausente.
- Amelia, lo siento mucho pero me tengo que ir, he dejado a los niños solos para colgar el cartel.
En el cartel se podía leer "Cerrado por motivos personales". Amelia al leerlo le dio un vuelco el corazón todavía se estaba haciendo a la idea de todo lo acontecido.
Se despidió de él de la mejor forma que supo y se sentó en uno de los bancos de la plaza de los Frutos, necesitaba pensar, sentir, razonar, gritar, llorar, maldecir, entender...
Tenía que hacer algo, no podía quedarse de brazos cruzados pero ¿el qué? Miró el móvil, recordó la llamada que realizó a Luisita y pensó que podía ser la última. Una enorme presión le golpeó en el pecho causando una brecha en su interior. Una brecha que a cada segundo iba aumentando. La presión hacia su efecto, no iba a poder contenerse más. Luisita no. Luisita era su lugar seguro, tenía que seguir siéndolo, no se merecía perderla a ella también, no de esa manera. El mundo necesitaba personas como ella, personas luz que iluminan cada sitio al que van.No podía apagarse. No podía dejar de existir.
Una lágrima resbaló por su mejilla, sentía que apenas tenía fuerzas para llorar, que su cuerpo se había quedado vacío ante la noticia. Luisita se merecía más que un llanto. Se merecía cada suspiro, cada anhelo, cada desgarro. Su piel se helaba ante la idea de perderla para siempre mientras sus ojos se negaban a ver lo que estaba ocurriendo.
Estaba tan ausente...
Tan llena de dolor...
Un estruendo rompió el silencio de aquella mañana y cayó la primera gota de agua del cielo dando inicio a la tormenta presagiada. La lluvia se mezcló con las lágrimas de Amelia que continuaba sentada en el banco sin reaccionar. Intentaba analizar cada pensamiento, cada dato informativo para poder tomar una decisión, para mandar las órdenes pertinentes a sus músculos y salir de aquel estado de negación. Necesitaba que su cerebro actuase, debía hacer algo.
Volvió a mirar el móvil y la risa de Luisita apareció de la nada en su mente. Sus ojos se hicieron presentes, recordó sus besos, sus manos entrelazadas, sus abrazos...
La recordó toda entera.
Su Luisi.
Se levantó con las piernas entumecidas, caminó despacio casi sin saber a dónde iba, se dejó llevar hasta llegar a casa. Una vez allí, todo parecía diferente, la realidad habría cobrado una nueva dimensión, sus movimientos se ralentizaban, su visión se nublaba ante el manantial de lágrimas. Se miró en el espejo de la entrada, grandes ojeras marcando la tristeza de su mirada y la vio a ella; su reflejo en sus ojos, su tacto en la piel, sus besos en los labios. Gritó, gritó de dolor, dejó que el sonido de su voz rompiese con aquel silencio que parecía volver a burlarse de ella, dejó que toda esa oscuridad que había estado reteniendo esos meses inundara todos sus rincones, estaba dispuesta a volver a la desesperanza, a la anestesia emocional, estaba dispuesta a volver a perderse. Cerró los ojos con la intención de intentar frenar el torrente de emociones y su rostro volvió a aparecer, no iba a poder con otro fantasma pensó ¿qué otro fantasma? Luisita no es un fantasma, no está muerta se reprochó a sí misma.
Aquellas palabras fueron el impulso que necesitaba, el click que su cabeza pedía para poder reaccionar y ser consciente de dónde estaba. Sin dudar se fue al cuarto, sacó una mochila de viaje, metió un par de pantalones, camisas y ropa interior, compró el primer billete de avión a Barcelona y escribió a María.
AMELIA [11:01]
María, soy Amelia, me acabo de enterar de lo de Luisita, me lo ha dicho tu abuelo. En dos horas cojo el avión a Barcelona. Mandame la dirección del hospital donde está, por favor.
Revisó que tuviese todo en orden. Estaba nerviosa quería llegar ya, estar con Luisita, saber de ella.
MARÍA [11:11]
Hola Amelia, ahora te mando ubicación. Nosotros acabamos de llegar. Llámame cuando llegues. Nos vemos.
Miró la hora las 11:11 "pide un deseo" pensó, por primera vez en mucho tiempo sí que supo que pedir.
Y lo pidió.
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No me odiéis por favor os lo pido. 🙈🙈🙈🙈🙈🙈

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...