- Tu hermana nos va a matar, Luisita, vamos a llegar tardísimo. - Informó Amelia mientras entraba en el coche.
- Bueno, Amelia, hemos estado ocupadas y seguro que ellos también, así que no te preocupes.
Una vez en el coche, Luisita se aseguró que todo estaba en orden, miró a Amelia que acababa de colocarse el cinturón de seguridad y pensó que estando ella a su lado todo siempre estaría en orden. Respiró. Amelia se giró para observarla justo cuando cogió aire.
- Todo está bien, Luisi, no te preocupes. - Y le acarició la mano que sostenía el volante.
- ¿Seguro?
Amelia asintió y se incorporó para darle un beso.
- Seguro. - Regresó a su asiento.
A los veinte minutos llegaron a la ubicación que les había mandado María, Ciriaco y Elisa estaban en la playa jugando con las raquetas mientras los padres de Elisa los observaban desde la distancia sentados en unas sillas con sus respectivas sombrillas, a unos pocos metros, Nacho y María se tomaban unas cañas y hablaban animadamente en el chiringuito de al lado.
Lo primero que hicieron Amelia y Luisita fue acercarse a los más pequeños, querían saber cómo había pasado la noche Ciriaco y por lo que les contó, a pesar del olor a incienso, pudo dormir tranquilo. Intercambiaron un par de palabras con los padres de Elisa y se marcharon con Nacho y María, estaban deseando compartir más momentos con ellos. Amelia le había cogido un gran cariño a María en cuestión de horas, notaba como entre ellas había ese feeling que siempre tenía con los Gómez, le alegró saber que con los miembros adultos seguía teniendo esa conexión aunque tenía que admitir que Lola no le provocaba las mismas sensaciones.
- ¿Y habéis estado toda la noche en la playa? - Quiso saber María.
- Así es, nos bañamos un rato y luego vimos amanecer. - Explicó Luisita.
- ¿En serio? ¡Madre mía! Y yo me tengo que creer que sois amigas. - Soltó dejando sin palabras a la pareja.
- Hombre, amigas somos ¿no? - Miró a Amelia que simplemente asintió con la cabeza.
Qué eran o qué fueron era la gran pregunta, una pregunta que nunca llegaría a tener respuesta ya que, a esas altura cuando todo estaba ya decidido, era bastante absurdo ponerle un nombre a algo que nunca lo tuvo.
- ¿Te apetece que demos un paseo por la playa? - Le propuso Luisita a la morena.
-Si os vais, llevaos el móvil para teneros localizadas porque viendo como gestionáis el tiempo. - Comentó María volviéndolas a dejar en evidencia.
- ¡Qué tonta eres cuando quieres! - Le sacó la lengua a modo de burla. - Venga, vámonos. - Le cogió la mano a Amelia y se alejaron del chiringuito.
Caminaron en silencio, a estas alturas no tenían nada que decir, se lo habían dicho todo en cuestión de unos días. Al final el viaje a Cádiz no les vino tan mal, habían podido cerrar su historia sin malas palabras y con la esperanza de si volvían a encontrarse poder intercambiar algunas palabras sin el rencor de por medio. No obstante, aún les quedaban varias horas por delante.
- ¿Quieres que nos sentemos? - Preguntó Luisita, se habían alejado bastante de dónde estaban los demás.
- Claro.
Se sentaron a pocos metros de donde rompían las olas y fijaron sus ojos en el horizonte, en la aparente infinitud del mar. Amelia cogió aire, olisqueó aquella brisa de verano que sabía a sal y percibió el olor a camomila de Luisita, se giró para verla. Estaba ahí; a su lado, tan perfecta. Focalizó toda su atención en ella, en esa visión; Luisita y el mar. Y la fotografió en su cabeza, quería retenerla en su memoria para toda la vida; aquel momento, aquella persona. Cerró los ojos para poder fijar aquella imagen como si estuviese en pleno proceso de revelado, y cuando volvió a abrirlos se encontró con los ojos marrones de Luisita, aquellos ojos que habían visto todo de ella, mucho más de lo que nadie había visto.
- ¿Te puedo besar? - Se moría por besarla.
Tardó en contestar, se había perdido en sus rizos, en aquellos ojos capaces de sonreír.
Al girar para ver el resto de la playa, Luisita se encontró con el semblante de Amelia, estaba direccionado a ella pero tenía los ojos cerrados, le pareció perfecto, ella era perfecta. Lo analizó a conciencia sabiendo que sería la última vez que tendría su rostro para ella, estuvo tentada de acariciarlo, de perfilar sus facciones con la punta de sus dedos, quería tocarla para guardarla en su memoria sensorial, convertir a Amelia en un conjunto de sensaciones y poder recuperarla con cualquiera de sus cinco sentidos o seis si contábamos con la intuición. Una intuición que le decía a gritos que se quedara a su lado, pero sus miedos y sus inseguridades sabían hacerla callar demasiado bien.
- No puedes, debes. - Contestó con una pequeña sonrisa.
Amelia no tardó en posar las manos en sus mejillas para atraerla hacia ella y capturar sus labios.
Luisita saboreó los labios de la morena, la sujetó entre sus manos impidiendo que se separase de ella, que finalizara la serie de besos.
El móvil de Luisita comenzó a vibrar. Se separaron con el brillo en sus labios y las sonrisas en sus ojos, se sostuvieron unos segundos, dejando que la brisa del mar peinara sus cabellos. Se miraron.
- La realidad siempre vuelve. - Añadió Amelia refiriéndose al móvil de la rubia que no había dejado de sonar.
- No quiero cogerlo. - Musitó en sus labios.
- Igual es importante.
- Seguro que es María para que vayamos.
Luisita regresó a la boca de Amelia, a la tez de sus mejillas. Le agarró del mentón y la besó. Amelia no pudo evitar reír tras el beso.
Sin embargo, el móvil de Luisita siguió vibrando.
- Trae. - Le pidió el móvil al ver que la rubia no reaccionaba quien se lo dio a regañadientes y tras varias carantoñas.
Cuando Amelia fue a descolgar vio que en la pantalla del móvil salía el nombre de Natalia, lo que le extrañó mucho, sacó su móvil del pantalón y vio que tenía tres llamadas perdidas de ella.
- Es Natalia .- Anunció antes de descolgar.
- Dime, Natalia ¿Qué pasa? No, seguimos en Cádiz ¿por? Pues no lo sé, hoy volveremos a Madrid. ¿Cómo? Pero... ¿Ha pasado algo? No, no, dile que espere que me cojo el primer bus que haya. Sí, tranquila, gracias por llamar. Sí, te informo. Gracias.
En cuanto colgó Luisita la miró expectante.
- ¿Qué pasa?
- Tengo que volver ya a Madrid ¿me puedes llevar a Cádiz para que coja el bus?
- ¡Claro! pero ¿qué ha pasado?
- Mi madre se ha presentado en Madrid.
- ¿Qué? ¿para qué?
- No lo sé pero tengo que volver.
- No te preocupes, nos vamos ya para Madrid.
- No, no, no hace falta que vengas, puedo coger el bus o el tren o lo que sea, con que me lleves a la estación.
- ¡Qué dices! No pienso dejarte sola. Nos vamos las dos a Madrid.
- ¿Estás segura?
- Claro que sí, no ves que todavía es de día. - Le guiñó un ojo,
- Gracias Luisi.

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...