Capítulo 50

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Luisita paseaba de un lado a otro de su habitación mientras se maldecía por no haberle dicho nada a Amelia. El mail de la universidad había sido un golpe muy duro e inesperado, era consciente que su nota de corte podía ser mejor, pero siempre creyó que era suficiente para entrar en el Grado de Enfermería. ¿En qué momento pensó que podría estudiar? ¿En qué momento creyó que era buena idea? Todas sus inseguridades comenzaron a multiplicarse, la vida le había dado la razón, no era nadie, no servía para nada y, por supuesto, no podía estar con una persona como Amelia. Por eso no le dijo nada, por eso se calló y se marchó, sentía vergüenza de sí misma, vergüenza y miedo. Iba a defraudar a Amelia y no estaba preparada, no estaba lista para ver la decepción en sus ojos ni para sentir su distanciamiento por no ser la Luisita que Amelia había idealizado, porque sí, Amelia había proyectado una imagen de Luisita muy diferentes a lo que ella era y no había podido estar a la altura. Nunca lo estaría.

Se tumbó en la cama y dejó que las lágrimas brotaran de sus ojos, por un momento creyó aspirar a una vida más plena, tener una relación con Amelia mientras estudiaba enfermería, por un momento sintió que podría ser feliz o al menos intentarlo. Por un momento, creyó que podría con todo. Sonó su móvil sacándola de la espiral de auto-compasión en la que estaba metida; era Amelia, estaba preocupada por ella y no le sorprendía, no solo no le habían admitido en la universidad si no que encima se había ido sin ningún tipo de explicación, dejando sola a Amelia después de confesarle que estaba enamorada de ella. Todo lo hacía mal. 

Enamorada. Recordó la conversación, la manera en la que Amelia lo dijo sin ningún tipo de drama ni romanticismo, como si amarla fuera lo más normal del mundo, no pudo evitar sonreír. Si para Amelia amar a Luisita era lo normal para Luisita amar a Amelia era como el respirar; vital e involuntario, y por eso mismo, Luisita se sentía una farsante, Amelia amaba una versión de ella que no existía, unas cualidades que nunca había tenido, no podía continuar con ese juego, no podía dejar que la morena descubriese quién era y la dejase de querer. No podía. 

Contestó de la forma más sincera que pudo, sabía que ese mensaje no iba a ayudar a Amelia, pero en esos momentos era lo máximo que podía hacer. Volvió a sonar su móvil, suplicó que no fuera la morena. Una parte de ella deseaba hablar con ella, ir a su casa y abrazarla, pero otra parte se moría de la vergüenza, del fracaso.

- Marina, dime. - Contestó forzando la voz.

- ¿Cómo estás? Te apetece unas cañas.

- Claro, ¿nos vemos en la plaza?

- Perfecto.

Le acababa de dar la vida, sabía que estando con Marina no le daría más vueltas al tema ni a sus inseguridades y podría olvidarse de Amelia, al menos de momento.

****

Marina y Luisita habían preferido ir a un bar cerca de la plaza de los Frutos pero que no fuera  "El Asturiano", la rubia necesitaba despejarse y desconectar, estar en el bar de su familia no era la solución si no parte del problema. No solo tenía que lidiar con el rechazo de la universidad, con la Luisita farsante de Amelia sino también con la familia.

- Me ha sorprendido que pudieras quedar. - Le comentó Marina mientras daba un primer trago a su caña.

- Nunca hay que dar las cosas por sentado. - Brindó con ella.

- ¿Y Amelia? Supuse que estarías con ella.

- Y estuve, fuimos esta mañana a las tutorías de Ciriaco y luego hemos estado un rato en tu casa.

- ¿Y todo bien? - Marina pudo entrever en su gesto que algo había pasado.

- Sí, muy bien. - Apenas había terminado la frase y dio un trago bastante más largo a la cerveza, era su estrategia para impedir que sus ojos se empañasen y su voz se quebrara, debía fijar la atención física y mental en otras actividades.

- No te lo crees ni tú. Si estabais tan bien no hubieras quedado, que te conozco, que cuando estás con Amelia se para el tiempo y desaparece el resto del mundo.

No podía negarlo, cuando estaba con Amelia no existía nada más, solo ellas y eso nunca le había pasado con nadie.

- Prefiero no hablar del tema. - Respondió con la voz rota.

Marina no necesitó más, comprendió que no era el momento, que quizá estaba demasiado reciente y Luisita aún no era capaz de verbalizar todo lo que estaba pasando pero se quedó muy preocupada. Amelia le había roto los esquemas a su amiga, pero también le había hecho ver que antes tuvo sueños y que aún estaba a tiempo de cumplirlos. Ambas aparecieron en sus vidas en el momento más idóneo, estaban en puntos vitales mucho más parecidos de los que creían y después de años de ceguera, ambas habían decidido darse una oportunidad, estar receptiva a la vida y a los encuentros.

- Bueno, Luisita, ya sabes que cuando quieras estoy aquí. - Le agarró de la mano en señal de apoyo. 

- ¿Qué tal con Fede? - Quiso cambiar de tema.

- La verdad es que muy bien, tenías razón con lo de que los inicios son la mejor parte. - Respondió intentando hacer reír a su amiga.

- Bueno, no todos, mira el mío con Amelia. 

- Pero mejoró. 

- Sí, supongo - Contestó sin mucha convicción.

- ¿Qué tal está Nico? - Esta vez fue Marina quien cambio de tema.

- Le van a operar.

- ¿Tan pequeño?

- Eso parece, no solo se rompió el peroné, la rótula también.

- ¿Y qué va hacer tu hermana?

- Pues no estoy muy segura.

Volvió a sonar el móvil. 

Volvió a rezar para que no fuera Amelia.


PAPÁ MÓVIL [18:33]

Hija, está aquí Amelia, que me está preguntando por ti. ¿Está todo bien? Pensé que estarías juntas después de la tutoría.

LUISITA [18:33]

No, quedé con Marina, sí, está todo bien. ¿Sigue ahí?

PAPÁ MÓVIL [18:34]

No, ya se fue, la verdad que traía una carita de pena. Llámala, creo que no está bien, seguro que necesita una amiga y por eso ha venido a buscarte.

No podía llamarla aunque quisiera, si hablaba con ella le contaría lo de la universidad y no quería que supiese nada, no quería defraudarla y mucho menos que sintiera pena por ella.

El rechazo por parte de la universidad había despertado viejos fantasmas en Luisita, no dudaba de lo que Amelia sentía por ella o de lo que ella sentía por Amelia, era algo más profundo. Sentía que no era suficiente para Amelia. Y se odiaba, se odiaba por eso, por tener ese tipo de pensamientos, por dejar que la sensación de inferioridad le arrebatara el valor y las ganas y las transformara en ese miedo que devora.

KintsugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora