Capítulo 141

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Se recostó en la cama nada más terminar de hacer la maleta, tenía el móvil de la mano y consultaba cada dos por tres su whatsapp con la esperanza de ver a Luisita en línea o con "escribiendo" en su estado pero ese momento parecía no llegar nunca. 

Debía admitir que Amelia no era mucho de orgullo, consideraba que el orgullo en muchas ocasiones dificultaba las relaciones y/o la comunicación entre las personas, sin embargo, era consciente que a veces el orgullo era sinónimo de quererse, de apreciarse a una misma y no caer en esas conductas que reafirman todos aquellos pensamiento negativos que tenemos sobre nosotras mismas. Ella quería creer que su tipo de orgullo era ese, ese amor que pocas veces tenía hacía sí misma, sin embargo,  estaba confundiendo el orgullo con miedo.

Es curioso descubrir las múltiples caras del miedo, como éstas aparecen en los momentos más importantes para generar todo tipo de inseguridades y dudas, para distorsionar la realidad y percibir lo que él quiere que percibamos, cómo activa nuestra amígdala y pone en alerta al cerebro para estar preparada y huir en cuanto salte la señal. 

Amelia estaba más que preparada para huir, es lo que había hecho toda su vida, o al menos parte de ella, pero no se sentía una cobarde por huir, siempre que lo había hecho era por una cuestión de supervivencia, por no poder sobrellevar la situación actual, y siempre lo había hecho con la intención de empezar de cero. A veces se nos olvida que en las huidas una vuelve a la casilla de salida y eso aterra. Aterra iniciar una vida cuando no sabes qué vida quieres, caminar sin rumbo con la mochila llena de piedras, porque sí, una huye pero se lleva las piedras con ella. Amelia era experta en huir y en cargar con piedras incluso con las que no eran suyas,  pero ahora huía de alguien; de Luisita, del amor de su vida.  ¿por qué huir de la persona que más te quiere? ¿por qué huir del amor?

Seguía con el móvil, consultando el whatsapp y el correo, en una de esas consultas vio el mail de Natalia, un mail que había recibido el día anterior pero que no se atrevió a abrir. Releyó el asunto: Carta Marta - Léela. Sintió un pellizco en el corazón, Marta le había removido demasiado, tanto que hizo tambalear su relación con Luisita, una parte de ella se culpaba, creía que su mala gestión con Marta había provocado que la rubia quisiera alejarse de ella. Sabía que era absurdo, que era uno de esos pensamientos intrusivos que van consumiendo la cordura muy lentamente. 

Respiró hondo varias veces intentando llenarse de agallas y dió un pequeño toque a la pantalla del móvil abriendo el mensaje. Era una imagen, una foto de un folio cuadriculado con una letra infantil pero cuidada. Comenzó a leerla.

"Hola Amelia,

Gracias por lo bien que me has tratado, por jugar conmigo y por hacerme caso. Sé que no querías esto pero ya no puedo más. Todo duele demasiado. Siento haber engañado a Sara haciéndole creer que me estaba tomando las pastillas y a ti, siento haberte engañado, dile que lo siento.  Y a mi abuela dile que la quiero mucho, que aunque no esté siempre la querré y que no me olvido de su pan con leche, la estaré esperando con mamá.

No me odies, por favor, pero tengo que estar con mi madre, es donde debo estar. Ella siempre fue la persona que más me quiso. Perdóname."

Tras la carta, Amelia cerró los ojos y dejó que las lágrimas resbalaran por sus mejillas, sintió una pena enorme al leer aquellas palabras, dolía sentir el alivio de Marta por poner fin a su vida. Dolía la impotencia, la falta de medios y la poca importancia que la sanidad daba a la prevención del suicidio. Dolía cada trazo de aquella imagen. 

Bloqueó el móvil, se limpió las lágrimas, cogió la maleta y se fue.

****

Luisita llegó acalorada y sudando a la recepción del hotel.

- Amelia Ledesma - Logró pronunciar conteniendo la respiración.

KintsugiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora