Capítulo 127

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Estaban sentadas en la mesa con la cena servida esperando la llegada de Devoción. Amelia se mostraba impaciente mientras que Luisita intentaba calmarla a base de besos.

- Amor... - la besó. - todo va a ir genial - volvió a besarla.

- Eso espero... - Se llevó la mano para morderse las uñas pero la rubia la detuvo.

- Tss, no te muerdas las uñas.  - Le dio un beso.

- ¿por qué no viene? 

- Estará a punto de llegar. - La besó, una vez más.

Nada más terminar la frase, el timbre de la puerta sonó anunciando la llegada de la madre de Amelia.

Luisita, se levantó y se dirigió a la puerta.

- Devoción... - Hizo el ademán para que entrara en casa.

- Luisa, no te esperaba aquí. 

- Amelia creyó que era buena idea que estuviera. - Explicó.

La morena observó la entrada de su madre desde la silla del comedor, ésta parecía estar mejor desde la última vez que la vio aunque seguía sin recuperar todo el peso perdido a causa del juicio.

- Mamá... - Se incorporó sin llegar a moverse hacia ella, seguía teniendo ese sentimiento de rechazo.

- Amelia, hija...- Se dirigió a ella y la abrazó.

- Siéntate, si quieres, - Le señaló la silla que estaba enfrente de ella. - Luisita ha hecho la cena.

La rubia se sentó al lado de Amelia e instintivamente le agarró la mano por debajo de la mesa. 

- Tiene muy buena pinta. 

- Gracias. - Respondió Luisita a medida que se disponía a servir la comida.

La tensión del ambiente crecía por momentos, ninguna de las tres era capaz de romper aquella frialdad que se había instalado. Devoción se limitaba a comer con miedo a decir algo que pudiera ofender a su hija, midiendo cada una de sus palabras y de sus gesto, Amelia analizaba los gesto de su madre, la mirada gacha, el cuerpo encorvado y cómo jugaba con la comida para hacer tiempo y Luisita acariciaba la mano de la morena una y otra vez.

-Gracias por invitarme. - Dijo, por fin, Devoción después de un largo silencio.

- Nada.

- Gracias por darme la oportunidad de explicarme.

Luisita y Amelia intercambiaron una mirada llena de complicidad.

- Lo sé, mamá, no hace falta que me digas nada.

- ¿Lo sabes? 

- Sí, me encontré con papá... - dudó.

Devoción se mantuvo callada varios segundo, viendo la reacción de su hija, intentando averiguar qué es lo que sabía.

- Siento que te hayas enterado así.

- Más lo siento yo por no querer escucharte. - Confesó Amelia. 

Luisita apretó la mano de Amelia y ésta le respondió de la misma manera. 

Llegar a ese punto le había costado mucho a la morena, seguía estando dolida por la mentira pero era consciente del dolor por el que es podía estar pasando su madre. Una parte de ella quería estar con su madre, a apoyarla en esos momentos. Devoción siempre había dependido de Tomás en todos los sentidos y había pasado más de media vida con él, empezar ahora de cero debía ser muy difícil.

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