Capítulo 139

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Llegó con el corazón en la boca, podía sentir sus latidos en el paladar y un ligero sabor a sangre. Se culpó una y otra vez por haberse ido tan lejos, por no haber vuelto al hotel o por no haberse quedado en la sala de espera, debió prevenir ese momento. 

Subió corriendo las escaleras y caminó directa a la habitación sin saludar hasta que escuchó un llanto, lo reconoció al instante, se guió por él hasta llegar a la sala de espera, en ella Lola y Luisita estaban abrazadas, aferradas la una a la otra con fuerza, llorando desconsoladas. Solo estaban ellas en aquella habitación que volvió a crecer por momentos, el dolor agranda los espacios; los hace amplios y duros. 

No supo qué hacer, no supo si acercarse o mantenerse en el marco de la puerta hasta que el propio ambiente perdiera peso y pudiera entrar sin sentirse una intrusa. Por primera vez, se sentía una extraña ante aquel dolor. Amelia había vivido muchas situaciones de este tipo, muchas más de lo que le hubiese gustado, en el ERIE este dolor desgarrador que destroza y bloquea era el día a día, siempre había sabido lidiar con él, sin embargo, ahora se encontraba de frente con él y agarrado a la persona que más quería en su vida y no sabía reaccionar.  Recordó lo que un día le dijo su madre : "Es terrible no saber consolar a quien amas pero a veces lo único que puedes hacer es estar a su lado y esperar" 

Eso es lo que iba hacer, estar a su lado.

Se adentró en la sala con cuidado, intentando no romper aquel momento fraternal y se mantuvo de pie, quieta, hierática a escasos metros de ellas. Seguía sin saber qué hacer o qué decir, sentía el nudo subir hasta su garganta y unas inmensas ganas de llorar invadir todo su cuerpo, se mordió el interior de su mejilla, no quería llorar.

Tras varios segundos, Luisita se percató de una tercera respiración, de una presencia que por momento llenó su interior, se separó de Lola lo suficiente para que sus ojos se encontrase con los de Amelia, unos ojos llenos de compasión y que le suplicaban que no la alejara más de ella. La rubia se soltó de Lola y sin decir nada se fue directa a los brazos de Amelia quien la recibió sin reproches. La apretó con fuerza, escondió su cara en el hueco de su cuello y humedeció parte de su hombro con las lágrimas que no cesaban de salir.

- Amelia - musitó en su cuello. - se ha despertado.

La morena se quedó callada unos segundos, los necesarios para procesar aquella frase ¿era verdad lo que acababa de escuchar?

- ¿Qué? - Contestó incrédula.

- Nico se ha despertado - Dijo en un llanto emocionado.

No pudo por más que separar a Luisita y mirar sus ojos para descubrir en ellos que aquellas lágrimas no eran de dolor, sino de felicidad. El milagro había ocurrido. El pequeño Nico había despertado contra todo pronóstico, cuando todos lo habían dado por perdido, menos Luisita que no se separó de él ni un segundo.

- Pero eso es... - No pudo decir más, las lágrimas arrebataron todas sus palabras y una inmensa sonrisa se dibujó en su rostro. Miró a Lola que las observaba con el brillo en la mirada y con otra sonrisa que parecía querer gritar.

- ¿Dónde está ahora? - Quiso saber la morena.

- Le están haciendo pruebas para ver cómo está. - Contestó Lola. Luisita seguía abrazada a Amelia. - En cuanto nos avisen iremos a verle.

- Eso es... - Seguía sin saber qué decir. 

A veces la felicidad llena tanto como el dolor, conquista emociones, reacciones y bloquea. 

- Lola... - Una voz dulce y afable captó la atención de las tres mujeres que se encontraban en la sala. Asun, le enfermera, acababa de entrar.

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